El presidente Luis Abinader presentará otra reforma polémica, esta vez dedicada al Código del Trabajo.
El proyecto de reforma laboral incluye ampliar licencias, regular el teletrabajo, evitar los pleitos viciosos, entre otros temas. Dice el gobierno que “esta reforma estaría consolidada para fortalecer los derechos de trabajadores y empleadores, aumentar la capacidad de generación de empleos, aumentar la productividad y la competitividad y fomentar la paz laboral”. Afirma que “dando respuesta al mundo laboral actual, la reforma propone la incorporación de la modalidad de teletrabajo lo que permitirá atraer nuevos talentos”.
Yo quiero centrarme ahí, en eso del teletrabajo, y lo haré desde la voz de la experiencia. ¿Qué queremos con eso del teletrabajo? ¿Hasta dónde lo regularemos? ¿Nos convertiremos en un país que permite el teletrabajo desde aquí a extranjeros que nos quieran usar como base? ¿Cuáles son los derechos de los trabajadores?¿Cuáles son los derechos de los patronos? ¿Cómo se acoge un empleado o una empresa al teletrabajo? Esas son las primeras preguntas que se me ocurren cuando ponen ese tema.
En el teletrabajo existe una cara peligrosa, que puede considerarse una forma de discriminación. El problema estriba en que un país como la República Dominicana no tiene la infraestructura para sostener una estructura laboral con esas características para toda la población.
¿Cómo es eso? Pues muy simple. No todo el mundo aquí puede tener una computadora a máxima capacidad, con una red de internet de alta velocidad y una fuente de electricidad constante, que garantice su conexión a las labores. Entonces, acaban beneficiándose del trabajo los que mejores condiciones tienen y eso no es justo.
Entonces, ¿quién pagará por la conexión en el hogar? ¿Debe la empresa proveer las herramientas de trabajo como computadoras y programas? ¿Proveerá la empresa de financiación para comprar una planta o un inversor?