Existen muchos mitos sobre lo que “puede” o no comer una persona cuando se encuentra en una etapa de edad avanzada.
Los argumentos van desde sí se debe tener una dieta rigurosa para mejorar la salud, o si es mejor propiciar el disfrute sin tantas limitaciones en esta fase; lo cierto es que detrás de todas estas premisas hay lineamientos nutricionales probados que permiten mantener un equilibrio y la buena salud durante la vejez.
La hiporexia (pérdida gradual del apetito), la desnutrición, el sobrepeso y la obesidad son partes de las condiciones que llegan a afectarles. A esto se le suma la pérdida de la masa muscular (sarcopenia) y las enfermedades cardiovasculares como la hipertensión, infarto al miocardio, entre otros.
“Muchas veces existe confusión en pacientes y familiares, cuando hablamos del impacto de la malnutrición, pues lo asocian solamente con la desnutrición, que es una de sus manifestaciones; sin embargo, su concepto es mucho más amplio», indica la doctora Cristina Diaz, nutrióloga clínica del Centro Gerontológico Integral Dominicano (CEGID).
Explica que la malnutrición se refiere a las carencias, los excesos y los desequilibrios de la ingesta calórica o de nutrientes y, en el caso de las personas de la tercera edad, principalmente aquellos que se encuentran en etapa avanzada, estar malnutridos pone en alto riesgo su salud debido a que su sistema inmunológico se vuelve más vulnerable a las comorbilidades propias de la edad y puede agilizar cualquier efecto degenerativo o alteración genética.
Agregó que cada etapa de la vida tiene unos requerimientos nutricionales particulares, por lo que diseñar un plan nutricional para esta etapa de la vida debe estar dirigido a prevenir, detectar y corregir déficit o exceso evidenciados.
La doctora Díaz puntualizó algunas de las afecciones que incrementan el riesgo de salud por la falta de una orientación nutricional adecuada en el adulto mayor. En estas, se destacan:
- Desnutrición: La desnutrición puede llevar a una debilidad generalizada, pérdida de masa muscular y ósea, y un sistema inmunitario debilitado, lo que aumenta el riesgo de infecciones
- Enfermedades crónicas: Una mala nutrición puede contribuir al desarrollo o empeoramiento de enfermedades crónicas como la diabetes, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y enfermedades respiratorias crónicas.
- Problemas digestivos: La falta de nutrientes esenciales puede causar problemas digestivos, como estreñimiento o diarrea, y afectar la absorción de nutrientes.
- Problemas cognitivos: La desnutrición también puede afectar la función cognitiva, aumentando el riesgo de demencia y otros trastornos neurológicos.
- Mayor riesgo de caídas y fracturas: La debilidad muscular y la pérdida de masa ósea pueden aumentar el riesgo de caídas y fracturas, lo que puede llevar a una mayor dependencia y disminución de la calidad de vida.
Recomendaciones
La doctora Cristina Diaz, especialista nutricional de CEGID, indicó que dentro de las consideraciones que se recomienda tomar en cuenta, tanto el paciente, la familia y el cuidador son:
- La variedad de alimentos.
- La dosificación de cantidades adecuadas.
- El límite de grasas saturadas.
- El apoyo de suplemento vitamínico prescrito por su médico según lo amerite.
“En torno a la variedad de alimentos, es importante incluir una amplia gama de alimentos en cada comida, como verduras y frutas de diferentes colores, granos integrales (como avena, pan integral y arroz integral), proteínas magras (pescados, mariscos, carnes, aves, huevos), legumbres, nueces y semillas”, señaló la nutrióloga.
Recomendó también cuidar y asegurar las porciones de alimentos. Ella destacó que las personas mayores a menudo necesitan menos calorías pero más nutrientes, por lo que es esencial elegir alimentos ricos en nutrientes.
Además reiteró la importancia de la hidratación; aunque las necesidades varían según la persona, es esencial para las personas mayores mantenerse bien hidratado.
Otras de las consideraciones que recalcó fue la reducción del consumo de grasas saturadas y trans; las saturadas (presentes en mantequilla, leche entera y aceite de palma) y grasas trans (en alimentos procesados como productos horneados y margarina). Recomendó optar por grasas saludables como las que se encuentran en semillas, nueces, aguacates y pescados grasos.
Con relación a los suplementos vitamínicos: explicó que no deben consumirse de manera indiscriminada pues el exceso podría incidir en un efecto adverso. La galeno exhortó a explorar estas necesidades con un profesional de la salud sobre la necesidad de suplementos de vitaminas o minerales, especialmente vitamina D y calcio.