En los primeros años de la década de los ochentas, mucho se resumía en ver los Goodwill Games. Al mismo tiempo, en materia económica correspondía atender las medidas relevantes del FMI. Se conoció entonces ese importante trayecto como década perdida. El término «década perdida» (es bueno que lo sepamos) fue acuñado por Norberto Gonzalez, entonces Secretario Ejecutivo de la Cepal. Cito aquí dos textos que tratan el tema: Capitalismo Periférico: crisis y transformación de Raúl Prebisch, 1981; Fernando Fajzinberg, Industrialización en América Latina, de la caja negra al casillero vacío. Pero pasemos a los Olímpicos que es el tema central de esta nota.
Frente a la pantalla del televisor (no vislumbrábamos los celulares), hacia los ochentas algunos presenciaban la lucha libre norteamericana (y la criolla) como si fueran la historia de un show para consumo de grandes. mayorías. Entrábamos en una escena de contradicciones y aires dramáticos. Leíamos la prensa como ahora clickeamos las superficies de las pantallas. Si los leemos como documentos esenciales para la historia, podemos decir que en los viejos periódicos ha sido registrado mucho o casi todo sobre las competencias deportivas. Una persona que recurra a los diarios para escribir la historia (lo que se ha hecho en el trabajo de algunos periodistas notables), estará bien cerca de eventos memorables que muchos ciudadanos pueden confutar hoy.
Para ir a tono con los análisis anteriores, es debido indicar que esas peleas de Andre the Giant nos parecían una especie de asunto de Hollywood, un show más. Ahora en el 2024 todo lo que vemos en nuestros celulares tiene algo de espectáculo del tipo de nuestro amigo personal Abel Suárez que hacía los 1993 nos acompañaba en un Caprice Classic en la montada de la carpa del circo Hnos. Suárez.
Ya bien lejos del final del siglo XX, en lo que algunos han catalogado como posmodernidad, (el constructo de un tema con referencias disímiles), estamos en tiempos de compartimentos estancos. Por un lado, la lamentable guerra y por el otro el legendario Olimpismo del Baron Pierre de Coubertin. Por supuesto, preferimos el Olimpismo y nos sentimos bien con reeditar esas tardes en que un sanduche con aceite de oliva nos acompañaba. Era un espectáculo ver a Greg Louganis o a Nadia Comaneci o Mary Lou Retton (oro en Los Angeles 84).
Nos enfocamos ahora en el triunfo de Rebeca Andrade sobre Simone Biles y se nos dice cómo se inició la brasileña en la gimnasia, es decir tenemos una historia detrás de otra.
Con su clásica estampa de colores múltiples, la nostalgia es un sentimiento que vuelve sobre esa época: le he dicho a alguien que todo tiempo pasado fue mejor, frase esta que me da bien duro. Otros me han dicho que para ellos no todo pasado fue mejor (Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique) y para esto ponen ejemplos variados. Aferrarse al futuro sin bridas es otra estrategia existencial ahora que todo se convierte en una especie de manual de instrucciones. Se procura poner en marcha destacados planes existenciales. En la puesta en marcha del espectáculo, me pareció bastante adecuada la canción de Gwen Stefani y Anderson Paak Hello World.
En la primera semana de los juegos, el show había sucedido de una manera elemental: escuchamos a una histórica Silvia Poll, ex diplomática y ex nadadora costarricense que obtuvo plata en Seúl en los 200 metros libres femeninos, narrando las competencias de natación. Para acompañarlo con algo de música, uno se lanza a la caza de los ochentas con el fondo de la canción Jump (con la producción de Ted Templeman y composición de David Lee Roth y los Van Halen). Volver se torna algo parecido al tango de Gardel y uno espera no solo una medalla sino otra cosa. Alguien ha dicho que es cierto que el medallero se ha convertido en la medida de todas nuestras experiencias. Estaba yo en la redacción de un periódico cuando Félix Sanchez ganó en su carrera y créanme fue tremenda algarabía la que se montó en ese momento.
Está fijo en nuestra memoria ese clavado que vemos insuperable o aquella carrera que nos luce ha sido intensa. Deseamos una medalla que nos colocará en la necesidad de entrevistar al portento de la velocidad Marileidy. Como quien hace zapping, también ocurre que uno busque la manera de entusiasmarse con las más diversas disciplinas: tiro al arco, por ejemplo.
Derribado el muro de Berlín, para que nos vayamos al plano histórico, podemos argumentar que el clasicismo no es sólo una teoría literaria. Permanece en muchos ámbitos de la vida del hombre contemporáneo. Se recurre a entender lo que nos llega como noticia, algo que nos parece necesario para que la gente tenga sentido de historia. El encuentro con ciertas definiciones tanto del Olimpismo como de la política es algo que pasa hacia una interpretación que algunos miran como un asunto epocal. Evidentemente que no se trata de especificar cuál es la disciplina que más te mueve sino de decirte que no debes perderla.
En las alforjas de los competidores, cero bronce y un bajo desempeño nos avisan que podemos hacer más para mejorar el approach olímpico. Sostenía alguien con mucho dominio que el caso de Cuba es doloroso: pocas medallas si las comparamos con los Olímpicos del 92. Según los datos ofrecidos por un analista Cuba tiene una medalla de bronce y alcanzó en el 92, 14 medallas de oro, 6 de plata y 11 de bronce. Escuché la respuesta de otro analista: el hambre no ayuda mucho al deporte.
Hacia 1982, uno sintonizaba Teleantillas para ver aquellos juegos y aquellas peleas de luchadores. Reconsiderando el abismo en el que se sumen algunos, es cierto que ya el Olimpismo es un asunto de planes y de esfuerzos de trabajo: le pedimos a nuestros gobiernos que sean efectivos en la política deportiva como vamos al refrigerador para buscar la mencionada lechuga (ya el pan lo tenemos preparado).
Casi siempre podemos decir que las competencias tienen mucho de lucha de un personaje que tiene todo el talento del mundo. Se torna claro el hecho de que no podemos ganar en todo, algo que le pasa hasta a los Chinos (que se han alzado con un enorme cantidad de preseas).
Por nuestro lado, celebramos la participación dominicana como si esta fuera a garantizarnos una pizca de concreción de metas. Felicidades a los deportistas dominicanos que participaron en París 2024 aunque no hayan traído oro, plata o bronce. De seguro han traído memorables historias y ya eso es bastante.