Me curo en salud: creo que los resultados anunciados el domingo por el órgano electoral venezolano no son creíbles. Que despiertan legítima suspicacia en la comunidad internacional y dan pábulo a todo tipo de especulaciones. Exigir la auditoría de los resultados es lo menos que se puede pedir al régimen de Nicolás Maduro.
Dicho esto, con la esperanza de que me libre de la sospecha de connivencia con el régimen chavista, debo confesar que me hace sentir incómoda el posicionamiento de la prensa internacional, incluida la dominicana, frente al conflicto.
Para los medios solo hay certezas sobre un “fraude colosal”, como dijera el candidato opositor Edmundo González, frase con resonancias en la política electoral criolla. Dando la trampa por descontado, se pasa a identificar la denuncia con la defensa de la libertad y la democracia en un ejercicio retórico al que, de lejos, se le ven las costuras.
No me cabe duda del autoritarismo chavista, pero asimilar la libertad y la democracia con la oposición es vaciar de sentido ambos conceptos. María Corina Machado, la lideresa opositora, no es una demócrata. Hasta hora, abogó reiteradas veces por la intervención extranjera, no por elecciones, para terminar con el régimen de Maduro apelando al principio de Responsabilidad de Proteger (R2P) aprobado por la Cumbre Mundial de las Naciones Unidas en 2005.
Lo hizo también por otras vías, como en cartas enviadas en el 2018 a Mauricio Macri, entonces presidente de Argentina, y a Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, hoy imputado ante la Corte Penal Internacional por posibles crímenes de guerra en Gaza. Y lo repitió en numerosas otras ocasiones y distintos escenarios.
Obviemos sus ideas sobre economía y su repercusión en lo social. Digamos, simplemente, que juzga fundamental la restauración de la propiedad privada en aras de la supuesta eficiencia productiva abolida por el Estado chavista, y que tiene el libertarismo por ideología. No por azar calificó a Javier Milei de “aliado de la libertad en Venezuela”.
En términos sociales y políticos, la oposición venezolana no es una santa secular, lo que pasan por alto los “analistas” expertos en Venezuela para los que no hay contrastes, ni historia, ni contexto.
Es comprobable que el chavismo, derivado en madurismo, se ha corrompido hasta la médula. Solo en PDVSA se calcula un robo de 16,000 millones de dólares, una cifra que violenta la lógica más simple. Pero no olvidemos que fue la corrupción obscena de las élites “democráticas” y su destrucción de la economía la que llevó a Chávez al poder. La historia no se borra con un dedo.
Casi con toda seguridad Maduro se mantendrá sordo a la recomendación de Lula da Silva: “…cuando ganas, te quedas; cuando pierdes, te vas”. Hay que insistir en transparentar los resultados electorales con la publicación de las actas. Y, como lo hiciera el canciller Roberto Álvarez en la OEA, en llamar a todas las partes a la sensatez.