Resaltaba el excelente embajador de España, don Antonio Pérez Hernández, un mérito preterido de Juan Luis Guerra: su gran contribución al idioma español. Las letras de sus composiciones han elevado la calidad lírica de la música popular, dotándola de una profundidad que trasciende el entretenimiento. Otra razón, entre muchas, para la condecoración que acaba de otorgarle Felipe VI.
Las inspiraciones del artista dominicano son poesía hecha canción, con una riqueza estilística que fusiona el lirismo con la sonoridad del idioma que a todos nos une. Composiciones como Burbujas de amor, Ojalá que llueva café y El Niágara en bicicleta demuestran un manejo inigualable del lenguaje, combinando metáforas evocadoras, referencias literarias y una sensibilidad anímica para retratar la realidad con belleza y emoción.
El reconocimiento del Nobel de Literatura a Bob Dylan en 2016 supuso una reivindicación del valor literario de las letras de canciones, tradicionalmente relegadas en el ámbito de la alta cultura. Si el norteamericano fue premiado por innovar dentro de la tradición lírica anglosajona, Juan Luis ha hecho lo propio en el mundo hispanohablante. Su uso del español es magistral: juega con las palabras, crea imágenes potentes y logra que la música y la letra se fundan en una unidad inseparable. Su obra ha contribuido a expandir el alcance del idioma, popularizando expresiones y estructuras poéticas.
Así como se ha reconocido a Dylan, la Real Academia Española debería considerar a artistas como Guerra, quienes han hecho del idioma español un vehículo de belleza, identidad y emoción. La música sigue siendo un medio de expresión fundamental y su obra merece ser valorada por el impacto musical, pero también por la contribución a la evolución poética y lingüística del español.