En un país con la estabilidad económica, social y política de República Dominicana no es normal que una buena parte de la población vaya por la vida con la cédula caducada.
No, no es normal que el documento base del registro civil, que demuestra la condición ciudadana de sus habitantes no se haya podido renovar. No es normal que la población tome esta obvia negligencia de la administración como un ¿percance? totalmente rutinario. Y que no haya quejas públicas o denuncias de otras instituciones afectadas. En ningún país desarrollado o mínimamente organizado esto se considera como algo inofensivo.
El registro civil es la base del cualquier ordenamiento jurídico posterior. ¿No es una queja constante que los vecinos haitianos carezcan de documentación fiable? ¿No es ese el principal obstáculo -que no haya un registro civil haitiano en orden- para que fracasen los intentos de regulación migratoria? ¿Por qué aceptamos tan despreocupadamente que nosotros tampoco tenemos los papeles básicos en regla?
Poco después del terremoto de Haití de 2010, en la embajada de Estados Unidos y en un almuerzo presidido por el entonces embajador Brewster, una funcionaria alababa la presencia generosa y combativa del actor Sean Penn en aquel terrible escenario. Una de las presentes apuntó que lo que Estados Unidos tenía que hacer, si quería ayudar, era recuperar y levantar el registro civil haitiano y no deslumbrarse tanto por las cámaras de Hollywood. Por supuesto, ni fue un esfuerzo tan lucido entonces, ni se oye a Sean Penn ahora.
Hoy somos nosotros los que tenemos un registro civil “en pausa” sin que haya una razón convincente, porque los retrasos no han tenido razón de ser. No es problema de dinero, de institución responsable ni de experiencia en la organización del proceso (la había). Ha sido ineficiencia.