Si los humanos prestásemos más atención a la naturaleza, aprovecharíamos infinidad de enseñanzas. Por ejemplo, la facilidad con que los animales eliminan parásitos, suciedad o agua, habilidad clave para la supervivencia. Sencillamente, sacuden su cuerpo con fuerza y así se liberan de lo que les estorba.
Un cánido empapado expulsa hasta el 70% del agua acumulada en su pelaje con un movimiento rápido y controlado. Siendo el mejor amigo del hombre, no hay por qué dudar de la astucia detrás del hábito. Otros mamíferos terrestres hacen exactamente lo mismo.
Con estilo diferente, animales grandes, verbigracia elefantes y búfalos, suelen balancear y mover partes de su cuerpo, como las orejas o la cola, para deshacerse de insectos o suciedades. Hasta los reptiles, bíblicamente condenados, apelan al recurso para librarse de piel muerta durante la muda o incluso alejar bichos. Ni hablar de los osos y felinos corpulentos, que después de nadar o revolcarse en tierra suelen sacudirse para limpiarse y evitar enfriarse. Blanco polar, pardo, panda o americano, todos estos plantígrados siguen el mismo rito de limpieza.
Las aves se sacuden con igual propósito, además de acicalarse regularmente con sus picos para mantener sus plumas en buen estado. Estos movimientos son un ejemplo fascinante de cómo los animales utilizan mecánicas corporales eficientes para mantenerse saludables, las cuales incluso han inspirado tecnologías en ingeniería.
Ya en otra dimensión, leyes elementales de física prueban que a menor peso efectivo, se facilita ascender. Ocurre con los globos aerostáticos y los sumergibles. Los aviones pueden volar más alto cuando pierden carga al quemar combustible.
¿No podría el gobierno aprender de la naturaleza y sacudirse con tal de recuperar ligereza y librarse de peso que no necesita?