La semana pasada fue clausurada una empresa que capturaba datos biométricos de los ciudadanos, específicamente el iris, a cambio de la supuesta entrega de criptomoneda por esa transacción.
Desde hace años operan en el país este y otros tipos de timos, ya sea por esquemas piramidales o de moneda digital inexistente como sucedió con el hoy imputado Jairo González, preso por estafar con cientos de millones de pesos a decenas de personas.
¿Por qué estas compañías pueden operar tan fácilmente en el país sin que ninguna institución les preste atención?
Primero, porque mucha gente quiere hacerse de dinero con poco esfuerzo y se convierten en susceptibles de engaños.
Segundo, por los pocos controles que brindan los organismos que deben regular las actividades de este tipo.
Tercero, por la ausencia de legislación moderna que organice el mercado de las monedas digitales.
Si queremos impedir que estos negocios se sigan repitiendo y que más incautos sigan cayendo, debemos prestar más y mejor atención a lo que está pasando justo frente a nuestras narices.