Mañana los estadounidenses asisten a unas de las elecciones más reñidas de las ultimas décadas. Empatados tanto en el voto popular como en los siete estados que definirán quien alcanzará los al menos doscientos setenta votos electorales que dan acceso a la Oficina Oval, Kamala Harris y Donald Trump encabezan dos coaliciones que reflejan la profunda división que padece esa sociedad.
Tan abundante en bulos, insultos y diatribas como carente de propuestas concretas para atender los reclamos de la gente, ambas campañas se centraron en la descalificación del adversario. Llegados al momento decisivo los estadounidenses votarán el “mal menor”, a sabiendas de que con independencia del resultado continuarán intactas la fractura social y la inoperancia de las instituciones democráticas para ofrecer respuestas a sus problemas.
En el país se sigue muy de cerca ese proceso, con las pasiones propias de los dominicanos. Sin embargo no importa quien gane, cualquiera de los dos es malo para nuestros intereses.
Es probable que una nueva administración del republicano sea menos afrentosa que las últimas dos demócratas al abordar la situación de los migrantes haitianos en la República Dominicana. Que no se invente apátridas ni quieran obligarnos a otorgarles la nacionalidad y que no abuse de términos como racismo, xenofobia o trato esclavistas en los informes que presentan sus agencias federales. Tampoco pretenderán imponernos la agenda LGBT ni el disparate de la teoría de género, algo que tendríamos asegurado si los demócratas retienen la Casa Blanca, ya que la actual vicepresidenta milita en el ala más “progre” de su partido.
Por el otro lado una nueva administración de Trump podría conducir el mundo a una vorágine geopolítica, y al surgimiento de un nuevo orden que entre otras cosas produzca la ruptura de la alianza que rige Occidente desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Porque es verdad que la guerra en Ucrania terminaría, pero porque Estados Unidos retiraría el apoyo al régimen de Zelinsky, lo que a su vez destrozaría la OTAN dando inicio a una escalada armamentística sin precedentes en Europa desde la primera mitad del siglo pasado.
Del mismo modo Netanyahu tendría el respaldo que necesita para profundizar la conflagración en Oriente Medio, lo que pudiera ocasionar el estallido de una guerra total de Israel contra Irán y sus aliados en la región. Con la incertidumbre sobre las posibles reacciones del resto del mundo árabe, en particular de sólidos aliados estadounidenses como Egipto y Arabia Saudita.
En un mundo así de convulsionado, al timón de la nación más poderosa del planeta un ególatra díscolo con ínfulas de tirano fascista, de quien testimonian oprobios pasados colaboradores, incluyendo militares de alta gradación quienes advierten del peligro que supondría para Estados Unidos el regreso de este compinche de autócratas a la Casa Blanca.
Y como ocupamos un pequeño espacio en este mundo interconectado, aunque indirecto, Trump también representaría un peligro para República Dominicana.
Por tanto los dos son peores. Harris porque nos dañaría directamente, y Trump por el ominoso escenario global que provocaría su temeraria política exterior, engendro de su grosera y perturbadora personalidad.