Los pueblos deben mirar siempre hacia dentro, hacia lo que los identifica, hacia la construcción de su propio sistema de valores y referentes. Eso es la identidad. No conozco ninguna otra nación que no resalte las heroicidades de los hombres y mujeres que han edificado los estadios de fortaleza, de integridad, de servicio, de dignidad, protegiendo los valores patrios, creando fuentes de riqueza, innovando, colocándose en la primera línea del servicio social, ejerciendo el espíritu deportivo, construyendo monumentos a la fe, elevando los valores del arte y la cultura. Y la identidad, que a algunos les resulta difícil reconocer, no se construye en una sola fragua, sino en varias y diversas. Y si esos heroicos, gloriosos, dignos ejemplos, no se reconocen al través del tiempo, ni se exhiben o son olvidados, una comunidad puede ver desaparecer los signos que fabricaron, a golpe de sudor y lágrimas, su devenir. Muchas veces, los que forjan esa identidad no son nativos de pura cepa. Provienen de otras comunidades o de otras naciones. Sucede en todas partes. Su impronta, sin embargo, marca etapas, contribuyendo, como los que más, al propósito de levantar a un pueblo de sus jaranas cotidianas, de sus temores o de su modorra.
Por la patria chica debe comenzar esa forja de la identidad, para que la patria grande contemple la trama de su historia y el discurrir de las bizarrías que colocaron las simientes del porvenir. Moca, mi pueblo nativo, es la única ciudad de la República Dominicana que posee un Templo de la Fama que no solo eleva en la memoria y la gratitud a deportistas, sino a todos los que, desde diversos planos, fundaron la heredad que caracteriza a la provincia Espaillat. Se exaltan desde hace once años en octubre, el mes de la patrona local Nuestra Señora del Rosario. El más reciente ceremonial se realizó el pasado domingo 27, teniendo esta vez como presidente de honor al ingeniero Luis Molina Achécar, notable personalidad con familiares que enraizaron en la villa mocana décadas atrás.
Los exaltados esta vez fueron los sacerdotes salesianos Antonio Flores, mexicano, y Juan Miguel Vicente Martín, español de Salamanca; el empresario J. Pelayo Rancier, un puertoplateño que en 1946 llevó la telefonía a Moca, adelantándose a otros pueblos del país; general Francisco Antonio Salcedo, un santiaguero que echó raíces de familia en un campo de Moca y desde allí se fue a Beller y a su ciudad nativa a enfrentar las huestes haitianas, en defensa de la independencia; los médicos de estirpe Antonio y Carlos Rojas Badía quienes habiendo nacido en un campo de Moca, Las Lagunas, pasaron a ser maestros nacionales de la medicina, con largos años de servicio a la sociedad; Martín Cruz, el hombre que construyó la fórmula de las famosas galletas mocanas de suspiro, conocidas todavía hoy como las galleticas de Martín Cruz, iniciando en 1930, hace ya 94 años, una industria con una producción que se vende en todo el país, se exporta y es símbolo de la mocanidad, porque son únicas de allí; el poeta Octavio Guzmán Carretero, autor de “Solazo”, un solo libro publicado con el que pasó a formar parte del parnaso dominicano junto a otros grandes de nuestra literatura; la familia Ramírez-Fuertes, cuyos integrantes han sido todos músicos destacados, ligados familiarmente con el líder independentista puertorriqueño Pedro Albizu Campos; y la deportista Ana Hottese, gloria del atletismo nacional.
Me encomendaron escribir y leer las semblanzas de cuatro de ellos: el padre Flores, de quien fui su monaguillo más pequeño, mientras Bruno Rosario Candelier era el mayor; el padre Vicente, con quien cofundé el Centro Juvenil Don Bosco, en 1969; el poeta Guzmán Carretero, ligado a los Carretero de La Vega; y el general Salcedo. Recojo aquí, por razones de espacio, las semblanzas de solo dos de ellos, para que sus virtudes y sus contribuciones sirvan de ejemplo a la maduración de la identidad mocana, y como consecuencia, de la identidad nacional.
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El padre Antonio Flores nació en la Villa de la Purísima Concepción de Celaya, estado de Guanajuato, México, el 29 de febrero de 1904. Junto a otros dos hermanos ingresó al seminario de la Orden de los Agustinos. Poco tiempo después, Flores decidió integrarse a la Orden Salesiana de San Juan Bosco. El tercero de sus hermanos, Ignacio, que visitó Moca en dos ocasiones, llegó a ser director de los agustinos en México.
Flores se ordenó en 1930, a los 26 años de edad, y fue enviado por sus superiores a Santiago de Cuba, donde inició su vocación de constructor, pues en la capital del oriente cubano construyó el primero de los cuatro templos católicos que edificó. En ese mismo año de 1930 fue trasladado a la entonces Ciudad Trujillo. En el barrio capitalino de Don Bosco construyó su segundo templo. Fue además una de las piezas angulares en la fundación de la entonces Escuela Salesiana de Artes y Oficios, hoy Instituto Técnico Salesiano, del barrio María Auxiliadora y uno de los fundadores de dicho sector capitalino.
En 1945, monseñor Ricardo Pittini, arzobispo de Santo Domingo, le designa al frente de la parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, de Moca, en sustitución del sacerdote diocesano Leocadio del Saz, llegando a esta ciudad el 16 de febrero de ese año. Un ex alumno salesiano en Nazareth, don Javier Abraham, establecido en Moca, es el primero en recibirle y de presentarlo a las autoridades mocanas. Flores fue uno de los principales discípulos de monseñor Pittini, con quien sostuvo una gran amistad, y a quien Trujillo le urgió, llamándole personalmente a Moca, para que sacara a Pittini del arzobispado, saliendo Flores a buscarle a la capital para trasladarlo a La Vega y salvarle la vida.
Con el padre Flores llegan los salesianos a Moca, hará en 2025, 80 años. Para 1946, ya el padre Flores había fundado el Oratorio Festivo, para los niños, y el colegio María Auxiliadora, entre cuyas primeras alumnas figuraron Virginia Ferreras, Dulce Arias, Clara Portalatín, Clara Viñas, Ana Esther de la Maza, Antonia Contín y Rosa Perdomo, entre otras.
Con el terremoto de 1946, desaparece el templo de madera. El sacerdote mexicano tuvo que esperar hasta 1949 para iniciar la construcción del Santuario Nacional al Corazón de Jesús. Previamente, levantó el Teatro Don Bosco y relanzó la vieja granja agrícola fundada por el presidente Horacio Vásquez, a la que denominó Escuela Agrícola Salesiana Don Bosco. Por varios años, Flores mantuvo económicamente el Aspirantado Salesiano de Jarabacoa.
Para levantar el templo, el padre Flores se auxilió del apoyo de importantes munícipes y repartió 500 alcancías por barrios y campos. El gobierno de Trujillo no aportó ni un solo centavo a esa obra. El diseño de la misma estuvo a cargo del ingeniero-arquitecto Humberto Ruiz Castillo, quien diseñara antes la iglesia Don Bosco, en la capital, y la capilla del Palacio Nacional. Un buen observador podrá darse cuenta de las similitudes entre estos tres templos. Luis Breda, un coadjutor salesiano, fue el maestro constructor. Inaugurado siete años después de iniciarse su construcción, en junio de 1956, sin la presencia, para entonces imprescindible, de Trujillo, debido al descubrimiento del complot de los Cabrera y Balcácer, este templo es hoy el más hermoso y el más imponente de toda la República, icono de la mocanidad, declarado Patrimonio Monumental de la República Dominicana en 2006, y una de las obras cumbres del diseño arquitectónico nacional, puesto que otras de gran magnitud fueron diseñadas por arquitectos extranjeros.
El padre Flores se mantuvo al frente del templo por 16 años, de ellos sólo 5 después de inaugurar la monumental edificación, partiendo de Moca hacia su natal México, en 1961. En León, Guanajuato, adonde fue destinado, construyó un cuarto templo. Murió en su ciudad natal en la fecha de mayor significación para los dominicanos, el 27 de febrero. Corría el año 1996 y tenía 92 años de edad. En este 2024 se cumplen 120 años de su nacimiento.
2
Francisco Antonio Salcedo (Tito), nació en Santiago de los Caballeros, pero desde muy joven se avecindó en Moca, residiendo en la sección de Santa Rosa.
Creó fama como miembro de la resistencia contra el régimen haitiano, por lo cual el general Charles Hérard ordenó su prisión, llevándoselo a una cárcel en Puerto Príncipe. Al ser liberado regresó al país y se integró a los planes conspirativos contra el gobierno haitiano, siendo uno de los primeros en el Cibao en integrarse al grito separatista del 27 de febrero de 1844. Formó tropas y con ellas se dirigió a la Línea Noroeste donde hizo frente al ejército haitiano en Guayubín. Se replegó a Santiago y allí fue uno de los héroes de la batalla del 30 de marzo. En el primer gobierno de la República fue designado Gobernador de Santiago y Comandante en Jefe de la Frontera Noroeste.
Cuando los haitianos se apoderaron de algunas localidades, Tito Salcedo volvió a la guerra junto al general, estacionado en Moca, José María Imbert y gran parte de los héroes del 30 de marzo, participando activamente en la Batalla de Beller. Fue nombrado Comandante de Armas de Moca. Tuvo momentos de flaqueza, como casi todos los héroes patrios. Cuando Pedro Santana proclama la Anexión a España, se asoció a este propósito, justo en la misma villa mocana donde ocurriese el primer grito restaurador, el 2 de mayo de 1861. Por eso, en 1866, cuando Gregorio Luperón comandó el ataque a Moca, Tito reasumió su trayectoria guerrera, enfrentando al jefe restaurador en compañía de su hijo Juan de Jesús Salcedo, que había nacido en Santa Rosa, y quien estuvo a punto de morir en la contienda. Empero, otro hijo suyo también nacido en Moca, Pedro Pablo, apodado Perico, fue un soldado restaurador.
Tito Salcedo pasó los últimos años de su vida sirviendo de conciliador en las colisiones de intereses políticos, luciendo los laureles de viejo soldado libertador. Fue héroe de primera línea en las batallas de Beller y del 30 de marzo, en Santiago. En su honor se le dio el nombre de Salcedo al antiguo Puesto Cantonal de Juana Núñez, hoy común cabecera de la provincia Hermanas Mirabal. Una de las más tradicionales calles de Moca se honra con su nombre. ¡Fama Semper Vivat!