La historia de América Latina está marcada por la mezcla de culturas y pueblos que tallaron su identidad. Entre estas influencias, la herencia africana es una de las más profundas y, sin embargo, de las menos reconocidas. Desde la llegada del primer cargamento de esclavos africanos a la isla de La Española en 1503, los descendientes de África han sido una parte fundamental de la construcción social, cultural y económica de la región.
Fue precisamente en nuestra isla donde Europa, el mundo indígena y la cultura africana se encontraron por primera vez en el Nuevo Mundo. Los africanos traídos forzosamente contribuyeron no solo con su labor en las minas y plantaciones de caña, sino también con sus ritmos, religión, costumbres, resiliencia y rebeldía en búsqueda de la libertad. Hoy, su legado se refleja en la música, la comida, las tradiciones y los valores de muchas naciones latinoamericanas, la nuestra en precedencia.
Celebramos que el Ministerio de Turismo haya promovido la Primera Cumbre de ONU Turismo para África y las Américas. Hemos marcado un hito histórico aprovechando nuestra presidencia de la Comisión Regional para las Américas de ese organismo multilateral.
Es vital que América Latina reconozca y celebre la herencia africana no como una historia de esclavitud, sino como una parte integral de su identidad. Esto implica la preservación y promoción de las manifestaciones culturales afrodescendientes, y también un esfuerzo consciente por eliminar las barreras raciales y la desigualdad.
Al abrir espacios de cooperación, diálogo y reencuentro, avanzamos hacia una sociedad que valore todas sus raíces, incluida la africana. Sin el reconocimiento y la apreciación de la diversidad cultural, jamás habrá una América Latina justa, inclusiva y consciente de su riqueza histórica.