Bronislaw Huberman, violinista judío polaco nacido en 1882, destacó desde joven por su talento musical. A los 14 años ya daba conciertos por toda Europa, ganándose renombre por su virtuosismo. En 1912, durante uno de estos conciertos, un conde polaco le obsequió un violín Stradivarius fabricado en 1713, conocido como el Gibson-Stradivarius, en honor al violinista inglés George Gibson. En 1919, mientras tocaba en Viena, el violín fue robado, pero la policía lo recuperó tras tres días de búsqueda.
Después de la Primera Guerra Mundial, Huberman se unió al movimiento Paneuropeo, un grupo de intelectuales que promovían la unificación de Europa. En 1929, visitó el protectorado inglés de Palestina, donde quedó fascinado por la idea de interpretar música en la tierra de sus ancestros, entonces bajo dominio británico.
En 1933, con la llegada de Adolf Hitler al poder, Huberman se opuso firmemente al nazismo. Rechazó invitaciones para tocar en Alemania y publicó un manifiesto denunciando el régimen nazi, recibiendo apoyo de figuras como el pintor Pablo Picasso. En 1935, ante el rechazo de Arturo Toscanini a dirigir la Filarmónica de Berlín en protesta contra Hitler, Huberman decidió formar una orquesta con músicos judíos que habían sido excluidos por los nazis. Toscanini aceptó dirigir el concierto inaugural de esta nueva orquesta.
Huberman emprendió una cruzada para reclutar músicos judíos por toda Europa, ayudándolos a obtener permisos de residencia en Palestina, lo que les permitió escapar del régimen nazi. Gracias a sus esfuerzos, más de mil músicos y sus familias evitaron el Holocausto. Para financiar su orquesta, en 1936 realizó una gira de 42 conciertos en 60 días. Sin embargo, lo recaudado no fue suficiente, por lo que solicitó la ayuda de Albert Einstein, quien organizó una cena de gala en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York, recaudando el dinero necesario.
En diciembre de 1936, mientras los nazis aterrorizaban a la comunidad judía en Alemania, la orquesta de Huberman ofreció un concierto memorable en Tel Aviv ante más de 3,000 personas, incluyendo a David Ben Gurion y Golda Meir. Durante una década, la orquesta viajó por el mundo, con destacados directores, como un joven Leonard Bernstein. Huberman falleció en 1947 y, al año siguiente, su orquesta se convirtió en la Filarmónica de Israel. Fue esta orquesta la que interpretó por primera vez “Hatikva”, el himno nacional de Israel, consolidando el sueño de Huberman.
En cuanto a su violín, fue robado nuevamente en Nueva York durante una presentación en el Carnegie Hall, y permaneció desaparecido por casi medio siglo. El ladrón fue Julian Altman, un músico con problemas de adicción al juego. En su lecho de muerte en 1985, confesó a su esposa, Marcelle Hall, la verdad sobre el instrumento. Ella lo devolvió a la aseguradora Lloyd’s de Londres, que había indemnizado a Huberman. El violín fue restaurado y vendido en 1988 al violinista inglés Norbert Brainin por 1.2 millones de dólares. En 2001, el famoso violinista estadounidense Joshua Bell adquirió el instrumento por casi 4 millones de dólares. Hoy, este valioso Stradivarius es conocido como el Gibson-Huberman.
El legado de Bronislaw Huberman trasciende su música; su visión y esfuerzo salvaron vidas y crearon una de las orquestas más prestigiosas del mundo. Su violín, recuperado y restaurado, sigue siendo testigo de la historia que él ayudó a escribir.
Huberman emprendió una cruzada para reclutar músicos judíos por toda Europa, ayudándolos a obtener permisos de residencia en Palestina, lo que les permitió escapar del régimen nazi. Gracias a sus esfuerzos, más de mil músicos y sus familias evitaron el Holocausto. Para financiar su orquesta, en 1936 realizó una gira de 42 conciertos en 60 días. Sin embargo, lo recaudado no fue suficiente, por lo que solicitó la ayuda de Albert Einstein, quien organizó una cena de gala en el Hotel Waldorf Astoria de Nueva York.