Después de una noche inaugural, que nos dejó más que complacidos, llegamos al segundo concierto de la temporada, con un programa más tranquilo, pero verdaderamente hermoso, con música de dos genios, amados por el público y que abrieron nuevas corrientes a generaciones de músicos.
Mañana miércoles 28 de agosto, el concierto tendrá como director a Santy Rodríguez, director asistente de la OSN, pupilo del Maestro Molina, a quien hemos visto madurar frente a la orquesta, dirigiendo cada vez programas más demandantes.
Junto a él, y como solista del concierto de piano de Bach, estará Jasmina Gabrilovich, exquisita pianista serbia, afincada en nuestro país y además excelente maestra. Llegó a República Dominicana en 1994 y desde entonces la hemos podido ver en innumerables conciertos.
Obertura Egmont Op. 84, de Ludwig van Beethoven
En 1809 Beethoven (1770-1827) recibió el encargo de componer música incidental para el estreno en Viena de la tragedia de Johann Wolfgang von Goethe, Egmont.
Una obra inspirada en el personaje histórico del conde de Egmont, un príncipe de Flandes (región donde hoy se encuentran Bélgica y Holanda) que luchó por el pueblo oprimido por la corona de España.
Por su concepción y desarrollo, «Egmont» es considerada por muchos críticos como la obra teatral más perfecta de Goethe. Todo en esta tragedia es acertado y justo, todo conspira al desenlace dramático, la muerte de Egmont, que se suicida al no poder ser liberado de la prisión por su amante Clara.
Antes de morir Egmont pronuncia un discurso apasionado y su ejecución se convierte en un martirio victorioso en la lucha contra la opresión.
La música incidental de Beethoven comienza con una obertura poderosa y sorprendentemente original que resume el curso del drama, desde su dura y lenta introducción (sugiriendo la opresiva huella de España con el ritmo de la zarabanda) hasta la transformación de la tragedia en triunfo, en una brillante coda, de la que Beethoven se hizo eco al final de la obra como una Sinfonía de la Victoria.
Beethoven dirigió la Obertura en otro concierto benéfico en Viena en marzo de 1814, junto con la Victoria de Wellington.
Concierto No. 5 en Fa menor BWV 1056 para piano y cuerdas, de Johann Sebastian Bach
Casi todos los conciertos para teclado de Bach (1685-1750) eran ideas de último momento. Los 15 conciertos para clavecín de Bach, quizás con una o dos excepciones, una de ellas el Quinto Concierto de los Brandeburgo, son probablemente reelaboraciones de composiciones para otros instrumentos.
Este concierto, compuesto en 1738, consta de tres movimientos. El primer movimiento es inusual en la puesta en marcha rítmica del solista con la orquesta. Los movimientos primero y tercero probablemente vienen de un concierto para violín.
El segundo movimiento, largo, es un arreglo de la Sinfonía para la Cantata 156, Ich steh mit einem Fuß im Grabe (Me paro con un pie en la tumba), lo que nos dice que el movimiento es en realidad un arreglo de un arreglo y concluye en un hermoso presto.
Sinfonía No. 4 en si bemol mayor, opus 60, de L. v. Beethoven
La Sinfonía número 4 de Beethoven fue estrenada, junto con la obertura Coriolano, en marzo de 1807 en un concierto privado en el palacio del príncipe Lobkowitz, en Viena, y está dedicada al conde Franz von Oppersdorf. Fue compuesta durante el año 1806, uno de los años más felices en la vida del compositor.
Esta sinfonía, de 4 movimientos, quedó atrapada entre dos grandes obras sinfónicas del autor, la «Sinfonía No. 3 («Eroica») y la Sinfonía No. 5.
Rodeada, además, de grandes obras como la Sonata «Appassionata», los tres Cuartetos Razumovsky, la ópera Fidelio, el Concierto nº 4, para piano, y el Concierto para violín.
Todas estas obras se acercan mucho entre sí en el tiempo; todas siguen luego de la histórica innovación de la Sinfonía No. 3, y encarnan lo que se ha dado en llamar el «ideal sinfónico» de Beethoven.
Pero volvamos a la Cuarta. En apariencia, está muy cerca del espíritu de Haydn y Mozart, pero solo en apariencia. El primer movimiento, Adagio–Allegro vivace, se inicia con una lenta e introspectiva introducción que abre paso al Allegro, uno de los más gozosos y vivaces que Beethoven compusiera a lo largo de su existencia.
El segundo movimiento, Adagio, está pleno de pureza en su forma, su expresión melódica es irresistible al igual que la ternura que se puede escuchar en él.
El tercer movimiento, Allegro vivace, es un enérgico scherzo lleno de humor y libertad.
Y el movimiento final, Allegro, es, en opinión de conocidos críticos, “un jadeante y alocado moto perpetuo, como la más alegre escena final de una ópera bufa”.
Robert Schumann, otro gran compositor alemán, se refería a esta Cuarta Sinfonía como “una doncella griega entre dos gigantes nórdicos”, o sea, entre la Tercera y la Quinta. Cabe añadir que no pocos críticos la consideran, desde el punto de vista formal, la más perfecta sinfonía de Beethoven.
Disfrutemos de este hermoso concierto en el que Beethoven y Bach nos acercan al cielo.