El silencio impuesto por el pastor Wilson Polanco a los feligreses de la iglesia Monte Moriah sobre el trágico caso de Ana Josefa García Cuello es motivo de preocupación.
Esta actitud defensiva, lejos de proteger a la congregación, alimenta la especulación y obstaculiza el proceso de sanación colectiva.
La iglesia, como institución comunitaria, debería ser un espacio de apoyo y reflexión en momentos de crisis. Además, la actitud de los líderes religiosos debería ser ejemplar y de fomentar la libertad de expresión. Sin embargo, al cerrar sus puertas a la prensa y silenciar a sus miembros, el pastor Polanco parece priorizar la imagen de la iglesia sobre el bienestar emocional de su comunidad y del país.
Es comprensible el deseo de proteger la privacidad de los involucrados, pero el hermetismo total raramente es la respuesta adecuada. Una comunicación transparente y compasiva podría ayudar a procesar el trauma colectivo y a prevenir futuros incidentes.
La iglesia tiene ahora la oportunidad de liderar con el ejemplo, fomentando el diálogo abierto y la búsqueda de soluciones para abordar los problemas de salud mental en la comunidad.