El presidente Luis Abinader inicia un nuevo gobierno, el cual tendrá matices muy diferentes a los que vimos en los cuatro años que agotó en su primer mandato.
La diferencia fundamental entre un periodo y otro será la experiencia. Abinader asume tras un trabajo curtido en diversas crisis, las cuales logró campear a pesar del adverso panorama internacional en el cual le tocó gobernar.
Por más que la oposición se esmeró en opacarlo, no lo consiguió, porque la realidad es que lo conseguido por Abinader fue notado por la gente en la calle y eso se volcó en un apoyo masivo a su candidatura. El pueblo entendió que problemas como el aumento en los precios de la canasta básica y el endeudamiento público extremo tuvieron que ver más con el marco externo que con el interno.
En concreto, Abinader pudo proyectar confianza entre la gente, lo cual tuvo su costo. Para ello hizo importantes malabares económicos, como postergar la crucial reforma fiscal, y evitó empujar otros cambios profundos que son necesarios, como la aprobación del Código Penal y los temas de la seguridad social o del trabajo. Tampoco movió su cacareada reforma constitucional, la cual ocupará los primeros meses de la agenda del nuevo gobierno, dominado completamente por el PRM.
Ahora el mandatario no tiene excusas, pues tiene el poder y la experiencia para asumir cada una de las reformas que el país requiere para moverse adelante. Hasta el panorama económico lo respalda, pues de nuevo la República Dominicana se convertirá en el referente regional.
En ese proceso habrá un desgaste y entrará en juego el escenario del “lame duck”, como dicen en Estados Unidos, que es cuando pierdes influencia por no ser el candidato, a pesar de que estás en el poder. Abinader procurará dejar su legado con reformas estructurales que sean recordadas en el país. Más que dejar obras faraónicas de infraestructura, su mirada parece estar en la sustancia de la mejora social, política y económica de la nación. Para ello tendrá que combatir con los intereses de quien quiera sustituirlo en el PRM, lo cual promete rayos y centellas.