Dicen que en política no hay amigos ni enemigos, que todo depende del momento o las circunstancias. Pero también se dice que hay personas que no olvidan los agravios. Faride Raful podría encajar perfectamente en el último grupo. En su discurso de despedida como senadora del Distrito Nacional, como quien no quiere la cosa, le recordó al PRM que ella ganó esa plaza, codiciada por los partidos y muy difícil de lograr, y que en casi 20 años esa organización no la ganaba.