Bukele no quiere prensa crítica. Los medios salvadoreños lo están pasando mal. El traje a lo Napoleón que se puso para asumir su segundo mandato lo retrata. A Gustavo Petro tampoco le gustan los informadores independientes. Los periodistas se han visto obligados a firmar una carta pidiendo que respete la libertad de prensa.
Maduro es un dictador que terminó de aplastar los medios que Chávez había dejado moribundos.
Pedro Sánchez presenta mañana una ley de “regeneración democrático-mediática“, dos días antes de que su esposa, Begoña Gómez, declare imputada por tráfico de influencias. No hay que ser adivino para leer el espíritu de la ley. El siniestro Ortega directamente encarcela (secuestra) a los colegas.
Millei solo dará acceso a periodistas “que merezcan estar cerca del presidente“, dice su vocero. En Cuba… ya se sabe. Aunque la izquierda del continente pretenda ignorarlo.
Alergia a la libertad de prensa entre los políticos latinoamericanos. La extrema izquierda y la extrema derecha siempre coinciden en la represión. Ahora que parece que asistimos al final de la social democracia (aquella izquierda sensata) como la conocimos, hay que repensar los términos. Nada hay menos progresista que un comunista. Y nada es más eficiente para callar las críticas que manejar la publicidad estatal con la adulación al presidente como baremo.