Los magnicidios, o sus intentos, son prácticas terribles que denotan el fracaso de una sociedad para ponerse de acuerdo políticamente de forma pacífica y racional.
El reciente ataque contra Donald Trump en Estados Unidos, calificado como magnicidio por el propio presidente Joe Biden, es una noticia alarmante para la mayor democracia del planeta.
Debemos mirarnos en ese espejo para asegurarnos de que en nuestra democracia ese flagelo no se produzca, ni siquiera como una broma.
Por eso apoyamos el llamamiento de la vicepresidenta Raquel Peña, quien pidió “no inventar” con amenazas de muerte contra el presidente, como hizo recientemente un individuo en las redes sociales contra Luis Abinader.
El presidente de una nación democrática es el máximo exponente de un proceso sagrado, que son las elecciones, y sus opositores son representantes de un balance necesario para que todo el sistema funcione.
No juguemos con eso. Aprendamos de las experiencias en otros países. Protejamos la democracia y mantengamos el respeto en el nivel del debate público.