El país está en ascuas por la inminencia de cambios en el tren administrativo. No que afecten ni remotamente al grueso de la población, pero en este trópico isleño la renovación del gabinete y cabezas de las agencias estatales alimenta el morbo y abre las compuertas de la imaginación.
Los colores partidarios en la administración del Estado son los mismos. Dable esperar, en consecuencia, la continuación de políticas y estilo de gobierno pese a las reformas aún por dilucidar. Los decretos de nombramientos generan áreas personales de influencia que sí importan para la aprehensión de los intríngulis del manejo del poder. Ya el presidente Abinader ha dicho que vienen “pronto”.
Ha habido desempeños notables y mediocres en la gerencia de la cosa pública. En general, curso aprobado. Se requiere la continuidad de lo bueno y el remplazo de lo malo en aras de una gestión eficiente. Caras nuevas dan la sensación de vitalidad y movilidad. Más de lo mismo termina por cansar.
Ojo, que la sucesión ya está en marcha en el PRM y los decretos se prestarán a interpretaciones múltiples. Esos ministerios con muchos recursos y empleos despiertan codicia y sospechas. Ejemplos ha habido de decretos errados y ambiciones desmadradas.
“Si quieres saber quién es Mundito, dale un carguito”. Esos egos recrecidos vuelven a su pequeñez de siempre a fuer de decretos, más si inesperados. Satisfacción para las graderías cuando comprueban que la humildad también se decreta.
Mi curiosidad, que es igualmente aprensión, se orienta por otro lado: cómo saldará Abinader la deuda electoral con los partidos que le evitaron la segunda vuelta. Agregaron votos, habrá que ver si valor. Esos buitres al acecho solo se espantan con decretos