“La conciencia cubana es estoica, la dominicana es escéptica“. Quizá por eso, reflexiona Fernando Ferrán, los cubanos aguantan tanto y aquí no creemos en nada ni en nadie.
“La isla de Santo Domingo. Sancocho cultural y rompecabezas histórico del Caribe“ es el libro más reciente de este antropólogo y filósofo cubano y dominicano. Le ha tomado 49 años, los que han pasado desde que llegó (casi) a pie a la capital, reunir las piezas necesarias para escribirlo. Tiempo para vislumbrar por qué Haití es como es, o por qué LO dominicano, ese espejismo de una identidad compartida, se forma a partir de unas migraciones compactadas en algo diferente a la suma de todas ellas. La Historia de la humanidad es la historia de las migraciones y Ferrán trata de explicarse primero para explicar a los demás, el alma de la isla.
República Dominicana es país de emigrantes y de inmigrantes, un buen caso de estudio para reflexionar sobre el terreno (con eso Ferrán no negocia) cómo culturas diferentes se funden y por qué la inmigración haitiana es la excepción en el mapa/sancocho antropológico el país.
(En sus palabras de presentación del volumen, coló algo a lo que hay que dar seguimiento: la censura de otra época le prohibió publicar su trabajo sobre la conducta sexual de los jóvenes dominicanos. Hay que rescatarlo.)