Beverly “Cookie” Grant hizo autostop para ir al festival de música de Woodstock en 1969 sin boleto y durmió sobre paja. Ellen Shelburne llegó en una combi VW y montó una pequeña tienda de campaña.
Cincuenta y cinco años después, las dos amigas de toda la vida finalmente regresaron al lugar, pero esta vez con gran estilo.
Las mujeres, que ahora tienen 76 años, recibieron recientemente una tienda de campaña de dos dormitorios en el norte del estado de Nueva York, equipada con cómodas camas, una ducha, una cafetera y Wi-Fi.
Esta vez no hay lodo de las lluvias torrenciales. Tenían asientos asignados en el pabellón para ver los espectáculos de los veteranos de Woodstock John Fogerty y Roger Daltrey.
”¡Somos como reinas hippies!”, bromeó Grant durante un desayuno en el viaje a principios de este mes.
Bethel Woods Center for the Arts, la organización sin fines de lucro que administra el sitio, extendió la alfombra teñida de colores para Grant y Shelburne para promover sus nuevas instalaciones de lujo para acampar, o glamping, y para indagar en el tesoro de fotos de Shelburne del festival que definió a una generación y que se llevó a cabo del 15 al 18 de agosto de 1969.
La ladera donde alguna vez estuvo el escenario principal es ahora un espacio verde bien cuidado cerca de un museo temático de Woodstock y los años 60 y el pabellón de conciertos. La visita les trajo una avalancha de recuerdos. Shelburne pudo volver sobre los pasos que dio cuando era una estudiante universitaria de 21 años en las fotos tomadas por su entonces novio y futuro esposo, David Shelburne.
“Estoy mirando a esta persona en la fotografía, que soy yo, pero una persona que recién comienza en la vida a esa edad. Y ahora estoy mirando hacia atrás en una especie de cierre de mi vida”, dijo Ellen Shelburne. “Todas estas décadas después, estoy de vuelta en Woodstock y todo sale a relucir de una manera muy positiva”.
- Grant y Shelburne no se conocían en agosto de 1969 y asistieron al concierto por separado.
Shelburne iba desde Columbus, Ohio, con David Shelburne, su mejor amigo y otra mujer. Compraron boletos, llegaron temprano y compraron ponchos en una tienda local después de que se pronosticó lluvia. Dormía en una pequeñita tienda de campaña.
“Nunca tuve frío, ni me mojé, ni tuve hambre, ni me embarré, ni me sentí sucia, ni incómoda ni miserable”, dijo. “Fue todo lo contrario”.
Grant fue a Woodstock sólo para divertirse.
Un surfista de pelo largo que conocía llamado Ray se acercó a ella y a una amiga en una playa de Fort Lauderdale, Florida, y les dijo: “Hay un festival de música en Nueva York. ¿Quieres hacer autostop hasta allí conmigo?”. La amiga de Grant los abandonó en el camino, pero ella y el surfista lograron llegar a la ciudad de Bethel. El último conductor los dejó al borde del épico atasco fuera del festival y les dio una manta.
Grant caminó descalza los últimos kilómetros hasta Woodstock.
El festival quedó para la historia
Ambas mujeres quedaron cautivadas por Jimi Hendrix, The Who y otros actos musicales, pero también por las buenas vibras de las más de 400.000 personas que se reunieron en la granja lechera de Max Yasgur, a unos 130 kilómetros (80 millas) al noroeste de la ciudad de Nueva York.
“Si necesitábamos comida, alguien nos daba comida. Alguien nos dio agua. No necesitábamos nada”, dijo Grant.
Las mujeres se conocieron meses después en Columbus, donde cada una dirigía tiendas adyacentes a la Universidad Estatal de Ohio con los hombres con los que fueron a Woodstock. Y cada una se casó con sus compañeros de concierto, aunque Grant se divorció varios años después.
David y Ellen Shelburne dirigieron juntos una productora de cine y video hasta que él murió hace cuatro años. Grant se mudó a Florida y finalmente se convirtió en chef de grandes yates antes de comenzar su propio negocio proporcionando personal para esos barcos.
Cada mujer conservaba una chispa del espíritu de Woodstock. Shelburne dijo que está “atrapada en los años 60 y orgullosa de ello”. Les picó el gusanillo de regresar al sitio del festival el año pasado después de contar sus historias en Columbus a los curadores del Museo en Bethel Woods.
Al igual que en 1969, a las mujeres se les proporcionó lo que necesitaban durante su reciente fin de semana largo de paz, amor y nostalgia, aunque esta vez fue una “tienda safari de lujo de 2 dormitorios” con una terraza delantera y ducha en el baño. Y cuando esta vez llovió, pudieron mantenerse secas en el museo.
En un sábado soleado, el curador principal de Bethel Woods, Neal Hitch, llevó a las mujeres en un carrito de golf a explorar los lugares donde David Shelburne tomó sus fotos del festival. A diferencia de otros que enfocaron sus cámaras en el escenario, él documentó a los asistentes al festival acampando, nadando, vendiendo productos, relajándose y divirtiéndose. Hitch señaló que las imágenes de David Shelburne también son valiosas porque están en secuencia, lo que significa que cuentan una historia.
En una parada, Shelburne se detuvo junto a unos árboles mientras sostenía una foto de un campo lleno de visitantes. Ella estaba parada en el lugar donde su difunto esposo tomó la fotografía y estaba mirando el mismo campo, sin los campistas, 55 años después. Visiblemente conmovida, dijo “¡oh!” un par de veces y dejó escapar un profundo suspiro antes de exclamar: ”¡Guau!”.
Le rompió el corazón que su esposo no estuviera en las fotografías, pero sintió su presencia ese fin de semana.
- Las mujeres recorrieron el recinto del festival durante varios días, desde la zona del escenario hasta el bosque donde los vendedores habían instalado puestos. A pesar de los cambios —las carpas de lujo, las cercas, el museo—, las mujeres dijeron que reconocieron aquí las mismas vibras positivas y amistosas que experimentaron cuando tenían 21 años.
Y estaban encantadas de volver a sumergirse en él décadas después.
“Es maravilloso ver que está en la historia para siempre”, dijo Grant, “y nosotras somos parte de eso”.