Hay la creencia de que en el sector público se pagan salarios muy elevados. Se critica que haya funcionarios cuyo pago mensual sobrepase el millón de pesos. Lo contrario es la verdad: el Estado dominicano trata muy mal a sus servidores en lo tocante a las remuneraciones.
Nadie se creerá la historia de que un secretario de Estado puede vivir a la altura de sus responsabilidades con 300,000 pesos mensuales. O que la honestidad de un juez de una alta corte vale menos de 700,000 pesos. Y que el gobernador del Banco Central recibe unos ingresos de lujo, como si su puesto careciese de jerarquía. El problema es otro. Hay exceso de personal en las nóminas estatales y no todos se ganan el salario que perciben.
El desbarajuste en los salarios públicos viene de viejo y urge corregirlo. Al Estado debe irse a servir, pero también a ganarse la vida dignamente. Que a un viceministro se le pague solamente 250,000 pesos al mes carece de sentido y es un estímulo a la corrupción y a la mediocridad. Debería haber paridad con lo que se paga en el sector privado. Es incierto que el presidente de un banco comercial importante gana menos que el gobernador del Banco Central. Ni decir del administrador del estatal Banco de Reservas, quien recibe beneficios similares o quizás mayores que los de sus pares.
Absurdo es que el supervisor de la banca comercial gane menos que aquellos a quienes por ley está obligado a disciplinar. Los bajos salarios alejan a personas capacitadas que bien podrían enriquecer los recursos humanos del Gobierno Central y las instituciones públicas descentralizadas. La eficiencia requiere calidad, precisamente lo que le falta al Estado dominicano.