La publicación de Camino real, primera colección de cuentos de Juan Bosch, el 24 de noviembre de 1933 llamó la atención de ciertos turiferarios de Trujillo que, parece, le sugirieron al incipiente dictador amedrentar al talentoso escritor que ya era conocido en los medios intelectuales de Santo Domingo como “el cuentista dominicano”.
El dictador consideró que la mejor manera de “lograr” la adhesión del joven escritor era acusándole por haber hecho explosionar una bomba en el cementerio de Santo Domingo el 20 de noviembre de ese año y, el 4 de diciembre de 1933, fue acusado de pertenecer a la organización terrorista que la había fabricado. Durante tres meses estuvo preso en la fortaleza Ozama hasta que, por intervención de César Herrera Cabral, fue dejado en libertad en marzo de 1934.
Fue la primera vez, y no sería la última que su vertiginoso talento le haría una mala jugada; su vida de dirigente político estuvo marcada también por la rivalidad de muchos de sus compañeros de lucha contra la dictadura de Trujillo desde que salió de Santo Domingo en enero de 1938 y sobre todo después de su llegada a La Habana en enero de 1939; particularmente luego de la fundación del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), en enero de ese año por iniciativa del Dr. Enrique Cotubanamá Henríquez quien esperó a Bosch en el puerto de la capital cubana con la doctrina de lo que sería el (PRD), organización de la misma estirpe que el Partido Revolucionario Cubano [autentico], cuyo líder era entonces Carlos Prío Socarrás, cuñado del Dr. Henríquez.
Prío no tardó en apreciar el talento de Bosch y, además de hacerlo su asistente, le invitó a asistirlo en la constituyente que debía redactar la Constitución cubana de 1940. Bosch colaboró en la redacción de varios artículos de esa Constitución inspirada de la de Weimar en 1918. La relación política y personal de Bosch con Prío Socarrás iba a encender el motor de los celos contra quien sería luego el líder del exilio dominicano en Cuba.
Celos que pudieron perjudicar su reputación, además de Cuba, en Costa Rica, Venezuela y en otros países que le acogieron durante los casi 24 años que duró su destierro. El talento, dicen, se defiende solo y si a su talento de escritor se le agrega el carisma y una extraordinaria visión y prudencia políticas capaz de salvar los obstáculos más inverosímiles que sus rivales, Trujillo incluido, le pusieron. Si no eran capaces de reconocer su talento mucho menos aceptar que fuera el líder más importante del exilio antitrujillista dominicano.
Después del fracaso de Cayo Confites nunca comprometió al PRD en las incursiones armadas contra Trujillo. Como líder y dirigente debía velar y proteger esa valiosa juventud dominicana. Tuvo razón. De las últimas expediciones: Luperón, 1949, y junio de 1959, sobrevivieron ocho combatientes. Nunca se le reconoció su clarividencia de entonces y le colgaron el sambenito de “cobarde”. Una supuesta “cobardía” que no era más que perspicacia y talento políticos.
A su regresó a Santo Domingo en octubre de 1961, a pesar de las calumnias y difamaciones de que fue objeto durante la campaña electoral fue elegido Presidente de la República en diciembre de 1962 con más del 59% de los sufragios. A algunos compañeros de exilio, incapaces de reconocer su talento, carisma y liderazgo, no les tembló el pulso para firmar, el 25 de septiembre de 1963, el documento histórico que certificaba, para la posteridad, que el gobierno presidido por Juan Bosch había sido depuesto.