El 8 de junio de 1949, el escritor y periodista británico George Orwell, considerado uno de los referentes de la narrativa del siglo XX, publicó en Reino Unido la primera edición de ‘1984’, Nineteen Eighty-Four en su versión original, aunque habitualmente es citada en cifras.
Si bien durante la mayor parte de su elaboración, la novela llevó el título de ‘El último hombre de Europa’, finalmente el autor optó por invertir el orden de la fecha de creación (1948) con intenciones futuristas.
‘1984’, un clásico que gozó de la aclamación general de crítica y público, se escribió bajo el espectro del inicio de la Guerra Fría, en el lúgubre contexto posterior a la II Guerra Mundial.
La idea principal de Orwell, autor de obras tan reconocidas como ‘Homenaje a Cataluña’ y ‘Rebelión en la granja’, era denunciar el sistema totalitario de los regímenes comunistas y fascistas.
Así, ‘1984’, que asentó el género de la ciencia ficción distópica y anticipó un futuro de control social, aporta ideas de gran impacto emocional que ya forman parte del imaginario colectivo.
En este sentido, destacan el ‘Gran Hermano’, ente omnipresente que controla la vida cotidiana de los ciudadanos, y el ‘Ministerio de la Verdad’, el revisionismo histórico de los hechos con efectos propagandísticos. La consigna del Partido Único es: ‘Quien controla el pasado controla el futuro, y quien controla el presente controla el pasado’.
También crea la noción de la ‘neolengua’, la corrupción del lenguaje a través de un vocabulario extremadamente simplificado destinado a empobrecer la capacidad de pensamiento de los ciudadanos.
La novela está ambientada en una sociedad futura gobernada por un régimen totalitario que ejerce la represión política y social, manipula la información y se rige por la vigilancia del ‘Gran Hermano’.
A pesar de que el Estado ha conseguido controlar los movimientos de sus ciudadanos, llegando incluso a prohibir las emociones, Winston Smith, que manipula información en el Ministerio de la Verdad, se rebela junto a su amante Julia contra el poder.
Lamentablemente se encuentran con la Policía del Pensamiento, que se encarga de localizar y eliminar cualquier atisbo de disidencia en Oceanía, el territorio ficticio creado por el narrador británico.
Inspiración e influencia
‘1984’ es uno de los títulos imprescindibles del subgénero de las distopías, junto a ‘Un mundo feliz’ de Aldous Huxley, ‘Fahrenheit 451’ de Ray Bradbury y ‘El cero y el infinito’ de Arthur Koestler.
Aunque todos ellos son exponentes de la ficción utópica, se considera que ‘Nosotros’ (1921) de Yevgueni Zamiatin es el texto fundacional de estas tramas ambientadas en sociedades futuras.
La obra del escritor ruso, un alegato en favor de la libertad individual, refleja la vigilancia y represión por parte de un Estado autoritario.
Orwell había leído el libro en su traducción francesa, ‘Nous autres’, y escribió sobre su contenido en la publicación socialista de izquierda Tribune bajo el ti´tulo ‘Libertad y felicidad’.
Este hecho, entre otros, llevó a señalar al historiador polaco Isaac Deutscher que ‘1984’ toma de la novela rusa ‘la trama argumental, los personajes principales, y todo el clima de su narracio´n’.
Aunque existe suficiente bibliografía que relaciona ambas distopías, otros críticos consideran que el británico ya habi´a escrito un boceto antes de leer ‘Nosotros’.
Orwell también siguió con gran interés las obras de H.G. Wells, autor de ‘La máquina del tiempo’ y ‘La Guerra de los Mundos’, aunque no compartió su visión optimista del progreso tecnológico.
Respecto a la influencia cultural de ‘1984’ en la literatura posterior a su publicación, destaca ‘El cuento de la criada’ (1985), la distopía feminista de Margaret Atwood, la autora de ciencia ficción más popular de los últimos años.
La vigente posverdad
Muchos de los presagios fatalistas diseminados a lo largo de ‘1984’ albergan muchos paralelismos con situaciones de la actualidad, lo que confirma su vigencia en el 75 aniversario de su publicación.
El periodista británico Dorian Lynskey, autor de ‘El Ministerio de la Verdad’, considera que la obra no es una profecía, sino una advertencia sobre la demolición del concepto de verdad objetiva.
La novela de Orwell ya constataba la erosión de las libertades individuales de los sistemas autoritarios existentes como los regímenes de Hitler y Stalin. Corea del Norte, con presencia de mecanismos de vigilancia opresivos que imposibilitan la expresión de pensamiento, sería el ejemplo actual más pertinente.
Sin embargo, las premoniciones de ‘1984’ sobre la manipulación de la información y los ataques a la privacidad, también alcanzan a las sociedades con valores democráticos.
En este sentido, la era actual está marcada por la existencia de la posverdad, la distorsión deliberada de una realidad que manipula creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública.
Los funcionarios del ‘Ministerio de la Verdad’ reescribían la historia para acoplarla al discurso oficial. Orwell, que tuvo en cuenta su rol de propagandista en la BBC británica, ya advirtió: ‘el concepto de la verdad objetiva está desapareciendo del mundo’.
Actualmente, en medio del auge del populismo, los bulos (fakes news) son amplificados por las redes sociales y cuentan con la contribución de los algoritmos y la inteligencia artificial.
Es significativo que poco después de que una consejera del presidente Donald Trump, describió un dato falso difundido por la Administración estadounidense como un ‘hecho alternativo’, ‘1984’ experimentó un fuerte incremento de ventas. El ‘Washington Post’ reportó más de 15.000 afirmaciones falsas o engañosas de Trump en mil días.
Otro ejemplo de desinformación premeditada en Occidente son las operaciones de intoxicación procedentes de la Rusia de Vladimir Putin, falsedades políticas que circulan por las redes a través de campañas masivas de bots y fábricas de trols.
El asalto a la realidad objetiva, en la guerra híbrida que Rusia libra en Europa y EE. UU., fue determinante en el referéndum a favor del Brexit (Reino Unido) y en la victoria de Trump en las presidenciales de 2016.
Lo llamativo de este fenómeno es que los ciudadanos aceptaban las mentiras del Gran Hermano por miedo a ser arrestados, mientras que ahora millones de personas respaldan voluntariamente las narrativas alternativas más inconsistentes o las teorías de conspiración más inverosímiles.
Otro de los vaticinios relevantes de la distopía orwelliana es el relativo a la vigilancia masiva, en la que los ciudadanos eran monitoreados por el poder a través de telepantallas instaladas en el espacio público y doméstico.
Si bien no es asimilable al control gubernamental, es evidente el poder de entidades corporativas como Google o Facebook en lo que respecta a la mercantilización de los datos personales de los usuarios, el denominado ‘capitalismo de vigilancia’.