Te levantas a medianoche. No olvidas entrar en esa página que ya conoces, la del Centro Nacional de Huracanes. Has oído o has leído en las redes que ya comenzó todo hasta el 30 de noviembre. Se trata de la temporada ciclónica, la que viene acarreada con las noticias de turno: el triunfo de Sheinbaum y algunas noticias locales.
Se te metió entre ceja y ceja que tenías que ver el recorrido de Sheinbaum hasta su celebración en México. Percibes entonces que es cierto aquello de que somos un mundo global. Un presidente de algún país latinoamericano puede manejar los asuntos atmosféricos de una manera que enseñe a otros. Otra noticia que nos pareció única: la del arte de cierta culinaria que enfatiza en comer alimentos de color morado porque tienen una alta carga de polifenoles, algo bueno para la salud.
Muchos me dirán: “creemos que la noticia más importante es que noviembre se acerca como el cometa Halley el 19 de febrero de 1986”. Alguien me dijo entonces: “el cometa pasó en 1910 y conmocionó al mundo”. Pasó a solo 400,000 kilómetros de la tierra, “desatando una histeria colectiva sin precedentes”. En términos de espectáculo astronómico, tenemos claro que los eclipses que se han dado últimamente no tienen el carácter de un verdadero cometa, con cola y todo como fue Halley, de modo que entendamos que hay cometas y hay eclipses. Se nos parece al anuncio que hacia un especialista en whisky: “fulano de tal –mencionaba la marca–, es un elixir, uno se toma y otro se saborea”.
En el caso de los ciclones, estamos entrenados; sabemos lo que tenemos que hacer y lo que no tenemos que hacer. Puede decirse que en las islas hemos hecho un doctorado en materia de huracanes (esto no está motivado por la especialidad de ponerle tape it en forma de cruz a las ventanas de cristal). Pero es cierto: estamos atentos. El ciclón es el ciclón y hay todo un merengue que celebra la existencia de estos fenómenos. Lo que sí se sabe es que la Niña actuará mucho este año y esto se ha dicho, aumentará la peligrosidad de los eventos atmosféricos. En lo que recibes estas noticias, te queda claro que la principal, que es escurridiza, es el efecto de la Niña en el océano. Hay una salsa de Cuco Valoy y los titanes de la tribu donde se habla del huracán David.
Confieso aquí que alguien me metió en la Sociedad Astronómica del Caribe y recibo sus correos (cuando pasan las Perseidas, etcétera).
En el caso de los huracanes, no es lo mismo lo que piensa el historiador Ortega que lo que vieron algunos cronistas de Indias. Los huracanes eran temibles como lo son hoy; el problema que detectas es que ésta temporada será algo inusual. Esa palabrita, (inusual) como que viene cargada de algún misterio. Se nos dice que habrá de 17 a 25 tormentas y que algunas podrán ser catastróficas. Piensa uno entonces en los últimos huracanes de alto grado y no le queda más remedio de pensar en los organismos de emergencia que se parten el coco pensando cómo hacer frente a estos problemas atmosféricos de todos los años.
La modernidad tiene sus propios trajes: hoy se vive una inundación en un distante paraje como si vivieras en ese sitio. La inmediatez permite ver en tiempo real si esa persona podrá pasar ese puente. Con nuevo gobierno, recién estrenado, los dominicanos somos testigos de lo que pasa en el mundo: meses atrás, Otis destruía Acapulco. Son memorables las palabras de Sheinbaum Pardo en su campaña electoral: “que lo sepa Guerrero, que lo sepa el país completo y que lo sepa el mundo, Acapulco está de pie”.
Ahora mismo deben estar planificando en el COE los asuntos atenientes a un gran caudal de agua: con cualquier agüita se inundan poblaciones enteras.
Podemos aprender otras lecciones, no solo la mexicana. Ahora mismo sabemos que es una lección más a la mano la que no dicen los viejos libros. Pero hay que modernizarse: los mapas nos permiten saber con días de anticipación, cuándo va a pasar: la población se prepara. La pregunta que se hacen algunos: este fin de semana, lloverá mucho? Será necesario estar atentos a lo que haga el COE que ya puso en alerta amarilla a un gran grupo de provincias: Hato Mayor, El Seibo, San Pedro de Macorís, Santo Domingo, La Altagracia, Distrito Nacional, Monte Plata y San Cristóbal.
“Los recursos están ahí”, dice alguno. Ese mismo defiende la poda de árboles para evitar que esas ramas se caigan con cualquier lluviecita. Alguien me dice: “esta ciudad es un monstruo”. Otro dice: “lo mejor de todo es que tenemos modelos y mapas atmosféricos para estar alertas”. La Sheinbaum no nos ha dicho lo que haría de ocurrir otro huracán Otis; ella gobernó en la ciudad de México y sería bueno saber lo que hizo en ese momento. Quiero dejar aclarado que me cae bien la señora presidenta y hay que darle todo el apoyo: no es fácil.
La NOAA tiene su asunto claro, valga el énfasis. Estamos a la espera de saber que los bomberos de todas las ciudades ya tienen sus programas de contingencia como sabe bien el COE. Todos los años, ante la ocurrencia de estos fenómenos, el COE se prepara y hace de las suyas: se arma de un valor heroico y nos protegen a la ciudadanía como viejos padres. Tengo amigos en el COE y me parece que es una gran institución, manejada con criterio científico y con toda la logística y el liderazgo necesario. Su misión es orientarnos en tiempos de debacle.
Ya sabemos que entraremos en las mismas páginas de siempre: a un ritmo notorio se publicará cuando surja el primer huracán y leeremos las prescripciones para que la población no salga afectada: no es útil salir a la calle por varios fenómenos que ya hemos visto: tapones, agua y alambrado caído con postes de luz peligrosos.
De vaguada en vaguada, esperamos los grandes ciclones y esperamos no tener uno de la dimensión de David, por ejemplo. Mi memoria me lo explica: estaba en un lugar lejano cuando ocurrió y el desastre vino con tanta lluvia que aun hoy es memorable, al tiempo que algunos recuerdan que movió carros y los lanzó unos encima de otros. Sabes muy bien que el territorio de los huracanes es pan comido en términos de noticia: se parece el asunto al momento en que posteas en ese grupo de WhatsApp que frente a tu casa se ha caído un alambre, lo que significa que estás a punto de llamar a las autoridades, pero ellas llegan solas. Ese “llegan solas” es toda una costumbre; alguno dirá, “eso demuestra que las cosas funcionan”. Pero no todo es así: tienes claro que las llamadas hay que hacerlas, como cuando notifican algunos ciudadanos, que hay un apagón, que traigan la luz de vuelta.
Todos los años, se trata de adivinar, entre otras cosas, si el nombre del huracán será devastador lingüísticamente. Algunos huracanes tienen nombres de destructores, aunque no lo piensen así en el COE donde nos pueden decir que gatito chiquito gatito peligroso.
De los huracanes que se pronostican, alguno tendrá que ser grande: ya nos ha ocurrido. La misma persona con la que entré en la Sociedad Astronómica del Caribe, vivió en Puerto Rico un verdadero drama con el paso de María, un huracán devastador como no se había visto antes en la Isla del Encanto.