No hay que volver atrás, nunca. Más bien lo que los seres humanos debemos procurar es aprender del pasado y no repetir los errores cometidos, además de perfeccionar todo aquello que nos ha salido bien.
Por estos días, sin embargo, cierta locura ha comenzado a apoderarse de nosotros y vemos cada día más gente deseando el retorno de sistemas represivos en nombre de la seguridad ciudadana y/o del beneficio económico.
Escuchamos o leemos expresiones en España que dicen: “lo que necesitamos es un Franco”. En Chile he escuchado o leído a más de uno decir: “esto lo resolvía Pinochet”. Y aquí, en la República Dominicana, he escuchado o leído a no poca gente expresar: “aquí lo que hacer falta en un Trujillo”. Así como lo leen.
¿Es en serio? ¿Sabe esa gente lo que vivió este país bajo una dictadura implacable como la de Rafael Leónidas Trujillo, cuyo ajusticiamiento cumplió 63 años hace poco?
Yo no viví Trujillo, para mi fortuna. Tampoco a Pinochet, a Franco o Somoza, pero sí conozco de primera mano lo que pasa en Cuba, Nicaragua y Venezuela. No me interesa vivir en un mundo sin libertades ciudadanas, sin poder expresarme y sin poder criar a mis hijos en una sociedad en la cual manden los valores democráticos.
Desear el retorno de un “Trujillo”, un “Franco” o un “Pinochet” es faltarles el respeto a todas las víctimas que sufrieron todo tipo de injurias, incluso la muerte, por parte de quienes representaban esos estilos de gobierno. Hay que tener cuidado con los deseos, no sea que se tornen en realidad y luego, cuando se pierda la libertad, entonces nos demos cuenta de lo tontos que hemos sido.
Creo que son muchos más lo que aman sus libertades que los que no lo hacen. Así debemos permanecer, porque perder la libertad no debe ser moneda de cambio para garantizar la seguridad de un país y los derechos de su gente. Vuelvo a enfatizar en la importancia de proteger la democracia, no sea que se nos muera y nunca reviva.