Algunos partidos perdedores no esperaron que el muerto de las elecciones se les enfriara para empezar los líos. Roque Espaillat y el dueño del partido que lo postuló tienen un chisme desde el día después de los comicios con acusaciones mutuas sobre traiciones y extorsiones. Candidatos y dirigentes políticos que horas antes se vendían como estandartes de la honestidad, ahora hablan de transacciones millonarias a cambio de porcentajes electorales. ¡Ay si fueran partidos grandes!