En política exterior, la administración del presidente Abinader ha caminado con prudencia. En los foros internacionales nos hemos distinguido por el equilibrio y el apego a viejas lealtades. Somos una democracia y nos ha venido bien que el tema de los derechos humanos sea un eje en nuestras relaciones con el mundo.
La prudencia ha sido marca frente a Haití, y nadie ha insistido como nosotros en el tratamiento holístico de una crisis compleja en un país con lugar precedente en la historia. Y vecino.
En el Continente, somos amigos de todos y cuando ha sido necesario asumir posiciones lo hemos hecho. Ecuador y Nicaragua, por ejemplo.
Hemos avanzado en la región. En el Caribe contamos con nuevos amigos y, con acciones de buena diplomacia, silenciado a quienes nos adversaban con fiereza.
Aliados tradicionales de Israel, lo hemos apoyado en momentos críticos. Pero, al igual que 140 países en la ONU, creemos en la solución de los dos estados para remontar las diferencias entre palestinos y judíos, posición que no es nueva. Dos estados, pero con el mundo árabe reconociendo el derecho de Israel a existir. No hemos variado un ápice, y es esa la conveniencia nacional.