Esta es una campaña electoral muy aburrida. Proclaman algunos. Entre bostezo y bostezo, les damos la razón. Y qué bueno que así sea por más de una causa. En el pasado, las temporadas electorales eran de brinco y espanto. Había violencia, desafueros y la paz ciudadana vivía días de pura tensión.
Cambian los tiempos y las circunstancias. Paulatinamente nos imbuimos de una cultura democrática que cada vez comparten más y más dominicanos. Civilización política. Hay más que aprender de esta campaña que culminará ya pronto. Los partidos brindan a diario un ejemplo de serenidad y madurez, pero también de austeridad en el gasto. Tacañería para algunos, prudencia para otros. Ya se ha dicho que un peso en política vale cincuenta centavos.
Como las campañas son ahora más mediáticas y escoradas hacia las redes, esos grandes dispendios en mítines y dádivas pertenecen al pasado. Con esos cambios, revestidos de la solemnidad que supone la adaptación a los nuevos vientos, han sobrevenido ahorros que podrían ser substanciosos. Contrasta esa prudencia en los desembolsos con la generosidad del Estado. Cinco mil millones de pesos trascienden la paja de coco.
Como la transparencia se viste de moda y esta JCE también escatima en gastos con la excepción de los viajes en recua de los jueces (esprit de corps) –este mal informado dixit– hay que esperar una contabilidad severa luego de las elecciones. Quizás el aburrimiento se deba al ahorro y todos nos beneficiemos de una devolución generosa al erario de fondos no agotados. Soñar cuesta menos que hasta un tour por países cercanos.