Lo de Marino Collante en el debate senatorial de antenoche carece de progenitores. Que un experto en el salto de garrocha político se desempeñara con tan poco tino debería sorprender.
Marinero de muchas aguas, Collante se había distinguido por su capacidad de amarres, acuerdos de aposento y todas esas argucias que bosquejan el comportamiento tradicional de los hombres de partidos en la República Dominicana.
Si alguna esperanza tenía el PLD de hacerse con la senaduría de Santiago, la perdió en el debate. Mejor que sea así, porque tanto Demóstenes Martínez como Daniel Rivera demostraron que están mejor calificados que el otrora reformista mutado en peledeísta con pasada inscripción en el Presupuesto Nacional, para defender los intereses de la rica provincia cibaeña en el Senado. Porque si lució perdido ante una simple cámara de televisión, qué no será en la Cámara Alta.
Lo del Marino trastabillando en tierra lleva a pensar que el retiro debería ser obligatorio en los partidos y así librarnos de papelazos como el del martes en la noche. Y de algo más. Ya hay demasiadas sospechas sobre la probidad de los aspirantes a las curules en el congreso dominicano.
El Poder Legislativo es una de las tres ramas sobre las que se asienta el Estado. Tiene responsabilidades mayores como uno de los contrapesos en la división de poderes en la democracia representativa.
Cuando se observa a personajes como Collante en papeles tan destemplados, no puede menos que sentir preocupación. Sin embargo, tal el desastre en la comparecencia televisiva del peledeísta, que no podemos menos que alegrarnos de que los votantes hayan recibido señales claras de que poco o nada pueden esperar de ese candidato. Es de obligación ciudadana garantizar su derrota.