En abril del año 1989 se cumplió el primer centenario del nacimiento de la insigne poetisa y educadora chilena Lucila Godoy Alcayaga, mejor conocida con el nombre literario de Gabriela Mistral.
Esta trascendental mujer nació en el norte de Chile el día 7 de abril de 1889. En 1905, cuando tenía apenas dieciséis años de edad, publicó sus primeras composiciones poéticas, dedicándose al mismo tiempo a impartir docencia en los lugares más aislados de su país.
Su poesía, de carácter universalista, se distingue fundamentalmente por su gran ternura y dolor desolador. «A veces su poder emocional es tan grande – apunta Arturo Torres Ríoseco – que su poesía deja de ser expresión artística y se convierte, en cambio, en el grito desenfrenado de un evangelizador contra la injusticia y la cobardía” (Nueva Historia de la Gran Literatura Iberoamericana, 1961, p. 124).
La obra poética de Gabriela Mistral se resume en los siguientes títulos: Desolación (1922), Ternura (1924), Tala (1938) y Lagar (1954). También publicó un libro de carácter didáctico titulado Lecturas para mujeres (1923).
En 1945 la Academia Sueca reconoció la gran calidad de su universal producción literaria al otorgarle el Premio Nobel de Literatura, convirtiéndose en ese momento en la quinta mujer que alcanzaba tal distinción y en el primer escritor hispanoamericano que recibía un reconocimiento mundial de tal categoría. Seis años después, en 1951, obtuvo el Premio Nacional de Literatura de su Chile natal.
Pero la autora del poema El imaginero no sólo logró nombradía en el campo de las letras hispánicas. Lo mismo que nuestra Salome Ureña, Gabriela Mistral fue, además de excelente escritora, una brillante y consagrada educadora. Sus mayores preocupaciones fueron la educación de los niños, la liberación de los humildes y el futuro de los pueblos latinoamericanos.
«Aunque Gabriela Mistral es chilena de nacimiento–aclara Ríoseco – puede decirse que pertenece a todo el mundo de habla española. Su vida ha sido intensa y trágica, y su poesía es, por cierto, espejo de dolor. En su juventud-continúa Ríoseco – fue maestra rural y luego de diez años de distinguida labor pedagógica en Chile, fue invitada por el gobierno mexicano para colaborar en la reorganización del sistema escolar de aquel país»(idem, p.123).
Fue cónsul honorario de Chile en España y profesora de literatura chilena y latinoamericana en la Universidad de Puerto Rico. Mientras se desempeñaba en México como directora de una escuela-hogar que llevaba su propio nombre, publicó una serie de pensamientos que en conjunto sintetizan su labor educativa y conforman su ideario pedagógico. Pensamientos que, si bien fueron concebidos y destinados a las maestras, deberían servir de guía o código de conducta para todo educador (hombre y mujer) comprometido con la delicada labor que la sociedad puso bajo su responsabilidad. Entre esos pensamientos merecen citarse los siguientes:
a) Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en la sala de clase. Enseñar con la actitud, el gesto, la palabra.
b) Empecemos, las que enseñamos, por no acudir a los medios espurios para ascender. La carta de recomendación, oficial o no oficial, casi siempre es la muleta para el que no camina bien.
c) La maestra que no lee tiene que ser mala maestra.
d) Para corregir no hay que temer. El peor maestro es el maestro con miedo.
e) Todo puede decirse; pero hay que dar con la forma. La más acre reprimenda puede hacerse sin deprimir ni envenenar un alma.
f) La vanidad es el peor vicio de un maestro, porque el que se cree perfecto se ha cerrado, en verdad, todos los caminos de la perfección.
g) En el progreso o desprestigio de una escuela todos tenemos parte.
h) Los dedos del modelador deben ser a la vez firmes, suaves y amorosos.
i) El maestro que no respeta su mismo horario y lo altera sólo para su comodidad personal, enseña con eso el desorden y la falta de seriedad.
j) Es un vicio intolerable el de la instrucción que antes de dar conocimientos, no enseña métodos para estudiar.
k) Amenizar la enseñanza con la hermosa palabra, con la anécdota oportuna y la relación de cada conocimiento con la vida.
l) Hay derecho a la crítica, pero después de haber hecho con éxito lo que se critica.
Estas son sólo parte de las ideas pedagógicas de Gabriela Mistral. Asumirlas y ponerlas en práctica, vale reiterarlo, sería de vital importancia para el progreso y mejoramiento de la escuela dominicana.
Víctima de una cruel enfermedad, Gabriela Mistral muere el 10 de enero del 1957. Al referirse a su muerte, el profesor cubano Salvador Bueno, en el libro “Aproximaciones a la literatura hispanoamericana”, 1984, p. 422-423, destaca la labor intelectual de la poetisa chilena con las siguientes palabras:
«Sus poesías fueron leídas en todos los idiomas, cantadas por las tiernas voces de pequeñuelos de diversas partes del mundo, estudiadas por los más severos jueces de la tierra. En algunos sitios alzaron estatuas en su honra; en otros su nombre engalanó escuelas, en otro fue jaculatoria, verbo de alabanza. La tímida, tosca maestrica rural fue reina de la poesía que en todos los países del globo recibió homenajes de admiración de los poderosos y de los débiles, de los cultos y de los ignorantes, de los hombres, las mujeres, y, sobre todo, de los niños…».