Los haitianos siguen con su estrategia clásica, ganar tiempo en silencio, mientras no pasa nada con la solución a sus problemas. Después de una ofensiva de la comunidad internacional, la cual parecía que tomaría una ruta concluyente, lo cierto es que el proceso de lograr una intervención en la crisis en Haití ha vuelto a empantanarse. Y en ese juego no hay quien le gane a los políticos haitianos.
En el vecino país son expertos en jugar al retraso, a usar la posposición como mecanismo de perpetuarse en el poder. Desde que se anunció la posible salida de Ariel Henry han pasado dos semanas y nada, todo sigue en un limbo que demuestra la incapacidad de la comunidad internacional de someter a Haití a sus prerrogativas.
El comentado consejo que elegiría al nuevo primer ministro sigue sin conformarse oficialmente y cada día surge un nuevo inconveniente en su camino. Mientras eso pasa, la hoja de ruta del Caricom y los Estados Unidos sigue en el limbo, sin un plan B, y las pandillas continúan su ofensiva, a tal punto que controlan el centro de Puerto Príncipe, donde están los mayores símbolos de poder del país.
A la vez, mientras nos duermen con el cuento de una salida negociada, los haitianos acabaron su canal en el río Masacre o Dajabón, pasándose por donde no le da el sol la posición del gobierno dominicano. Y no se trata de una obrita frágil, claro que no. Han construida un señor canal para transportar agua, bien diseñado y con un potencial de mover decenas de miles de galones diarios, si el caudal del río así se lo permite. Sí, el canal está listo y del lado haitiano lo celebran con orgullo, pues se impusieron.
Hay que aprender que la haitiana no es una sociedad dócil y fácil de convencer. Aquello allí está más dividido que nunca en facciones esencialmente económicas, que tienen sus brazos políticos y armados para mantener su dominio. Eso implica que la salida a la crisis tiene dos vertientes: un apoyo internacional a un grupo que se imponga por la fuerza o el envío de una misión que imponga a alguien que se haga cargo. Los procesos blandengues con los haitianos no funcionan, porque ellos son una sociedad dura.