Llama poderosamente la atención que tropas de la única democracia en el Medio Oriente se comporten como hordas salvajes en Gaza, incluso si en el análisis ingresan los condenables actos terroristas protagonizados por Hamás en octubre último en Israel. La Ley del Talión parte de igualar el crimen con el castigo; en el caso de la guerra contra los palestinos, otra es la historia. Solo en número de muertes, a los judíos se les ha ido la mano: 30.000 palestinos contra 1500 y 250 rehenes. El ojo por ojo y diente por diente bíblico quedó anulado.
La explicación a ese comportamiento brutal está en la evolución que ha experimentado la sociedad israelí en los últimos años y que ha culminado con el gobierno más derechista de toda la historia. Reaccionario, más bien. En Israel gobierna la ultraderecha radical, cuya religiosidad y la compasión aneja quedaron sepultados por el poder acumulado. Todo un contrasentido que el “Pueblo elegido” actúe con ferocidad y odio inenarrables.
Benjamín Netanyahu, el primer ministro, tiene como compañeros de gobierno a tres partidos extremistas (Sionismo Religioso, Poder Judío y Noam) y a dos ultraortodoxos (el sefardí Shas y el askenazí Judaísmo Unido de la Torá). El importante ministerio de Defensa corre a cargo de Yoav Galant, del Likud, el partido de Netanyahu. Pero en sus inicios, el gobierno de coalición creó un “ministro especial” en Defensa que no fue otro sino Arieh Dori, un conocido halcón. La ultraortodoxia no lo libró, sin embargo, de perder el puesto hace poco más de un año al ser condenado a prisión suspendida por fraude fiscal.
El ministro de Seguridad es otro radical de derecha: Itamar Ben-Gvir, un supremacista judío y antiárabe rabioso. Sobre él recae el imperdonable fallo de seguridad que fue la operación terrorista de Hamás. Sin duda que el radicalismo exhibido por él en las operaciones bélicas actuales busca la redención de un pecado para el cual no hay absolución. Una vez concluya la contienda, tendrá que dimitir.
Avi Maoz, homófo consumado, corre con la educación en un programa encomendado a la Oficina Nacional de Identidad Judía. El nombre delata la verdadera tarea de esa agencia pública. Maoz renunció a los tres meses de nombrado aduciendo incumplimiento de promesas. Sin embargo, volvió al puesto cuando en el nuevo presupuesto se le asignaron millones de shekels a su oficina. A los 32 millones de dólares del 2023 les adicionaron 44 más este año. Por la plata baila…
Con un gobierno de radicales y políticos engreídos, Israel camina hacia el abismo. Su imagen de democracia floreciente, de principios arraigados y generosidad ha sufrido un rudo golpe. No pueden llamarse verdaderos judíos quienes impiden que la ayuda humanitaria llegue a un pueblo hambriento. O quienes tienen en sus manos la sangre de más de diez mil niños. Habrá mucho que reflexionar en el próximo Rosh Hashaná y en la festividad que le sigue, el Yom Kipur, abundarán los pecados a expiar. ¿Habrá oídos divinos que escuchen el Kol Nidré de esos judíos crueles?