Lo dice todo el título de un reciente estudio de los bancos Interamericano de Desarrollo y Mundial, en referencia a nuestra región: El aprendizaje que no puede esperar. En el caso nuestro, la urgencia apremia más porque nos lastra un rezago de siete años de escolaridad al compararnos con los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Figuramos entre las últimas cinco posiciones del ranking mundial del Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA).
Fuimos el único país en mejorar notablemente en matemáticas, lectura y ciencias entre 2018-2022, pero arrancamos de muy abajo como para creernos dignos del laurel. Sabe a retama que solo diez de cada cien estudiantes dominicanos alcanzan la competencia básica, cuando en Chile ese porcentaje sube a cuarenta. Estamos mal, muy mal y…
Sin embargo, hemos avanzado en equidad de género. Solo en nuestro país y Jamaica, las mujeres alcanzan una puntuación superior a la de los varones en matemáticas y lectura. Y a la inversa, hay una proporción mayor de niños de bajo rendimiento en comparación con las niñas. Resultado halagüeño es que fuimos la excepción regional, también junto a Jamaica, en lo tocante a brechas de género. ¿Será que el machismo cede ante el impulso de una población femenina creciente?
Nuestro perfil de equidad es alentador. Acompañamos a Jamaica, México y Paraguay en la exhibición de una igualdad de oportunidades por nivel socioeconómico por encima del promedio. Algo estamos haciendo bien. Otra buena señal viene dada en el acceso a la computadora que tienen los directores: diferencia cero entre planteles privados y públicos. En ese capítulo, compartimos la excepcionalidad con Uruguay. El Estado ha hecho su tarea estos últimos años.
¿Vaso de agua medio vacío o medio lleno?