Como si se tratara de un sentimiento reprimido y alojado en una insondable zona del subconsciente, hay quienes al parecer están insatisfechos con la actual tríada de los Padres de la Patria. En este caso, la culpabilidad edípica de que se hablaba no se manifiesta en un deseo parricida, sino más bien en un acto de supuesta reparación histórica incorporando a la célebre tríada un cuarto Padre de la Patria: el general Gregorio Luperón, héroe restaurador, patriota de ideas liberales y propulsor del antillanismo.
A finales del siglo XIX resultó imposible elegir un solo Padre de la Patria, que es lo que históricamente habría correspondido, debido a que nuestro país nació escindido en dos sectores políticos antagónicos, casi irreconciliables, cuyos líderes estaban convencidos de que su particular cosmovisión sobre la sociedad era la más justa y conveniente para el pueblo dominicano.
Los representantes de ambos sectores, liberales y conservadores, que el 27 de febrero de 1844 acudieron coyunturalmente unidos a la Puerta del Conde, tenían sus propios héroes de suerte tal que con posterioridad a la guerra restauradora, cuando surgió un movimiento cívico orientado a dispensar tributos y reconocimientos a quienes habían hecho posible la independencia nacional, sencillamente se armó la de Troya.
Se originó una apasionada polémica pública alrededor de los fundadores de la República para determinar a quién correspondía la primacía en el panteón de los adalides de la independencia. Cada grupo enarboló sus héroes predilectos. Duarte, Bobadilla y Santana, propusieron algunos; otros sugirieron a Núñez de Cáceres, Duarte y Espaillat. No faltaron quienes invocaron los nombres de Juan Isidro Pérez y Pedro Alejandrino Pina, al igual que al binomio Sánchez y Duarte, tal y como figura en el himno de Prud’Homme.
El enfrentamiento llegó a un punto tan álgido que, en 1897, el historiador José Gabriel García escribió: “No contentas las pasiones políticas, en su afán de regatear glorias a unos para atribuírselas a otros, con combatir a Duarte con Sánchez, a Sánchez con Mella, y a los tres con Santana, apelaron a la invención de que la idea Separatista no fue obra de Duarte sino del padre Gaspar Hernández”.
Finalmente, se impuso la fórmula que todos conocemos, aceptada y venerada por la generalidad de los dominicanos: los Padres de la Patria son tres y nadie más: Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella, cuyo liderazgo y acción hicieron posible la proclamación de la independencia nacional. A Gregorio Luperón no le corresponde el título de padre-fundador de la Patria, pues tenía apenas cinco años de edad cuando en 1844 fue proclamada la República Dominicana.
No obstante, por sus invaluables servicios a la Patria, lo mismo en la guerra restauradora que durante la Segunda República, la posteridad agradecida le ha dispensado el merecido tratamiento de héroe nacional y sus restos reposan para la eternidad en el Panteón de la Patria. No toquemos nuestro sagrado Altar de la Patria, pues así evitaremos, como decía Lilís, que se nos caigan los santos.