Las bandas haitianas han decidido dejar sus diferencias a un lado y unirse para consolidar sus fuerzas, de modo que la eventual fuerza internacional de ayuda a la Policía en Haití no los tome desprevenidos y divididos. Esa es una mala noticia para el engordado negativismo que vive la sociedad haitiana.
El ataque del pasado fin de semana a la cárcel capitalina, que dejó una docena de muertos y permitió escapar a miles de delincuentes, muchos de ellos “soldados” de las pandillas, es un ejemplo de lo que le depara a Haití, sumida en una crisis que no aguanta más.
La estela dejada por ese ataque, insólito en cualquier sociedad, es de violencia y muerte, con cadáveres regados por los alrededores, autoridades todavía incrédulas con lo ocurrido y un pueblo que sigue sin confiar en la capacidad de la Policía para defenderlo de las pandillas.
Esta acción de Jimmy Cherizier “Barbecue” y su séquito de delincuentes fue un golpe sobre la mesa ante los anuncios de la semana pasada, que evidenciaron un avance en el deseo de la comunidad internacional de pacificar Haití, realidad que no debe haberles hecho gracia alguna.