A propósito de las elecciones municipales, sugería el presidente Abinader preguntar a la oposición qué le había ocurrido. Que explicasen ellos las razones de la humillación electoral. Fracaso tan marcado merece un análisis a fondo.
Con la clase de historia sobre la caída de Granada y el final de la Reconquista en la península ibérica, recuerdo que mi pueblerina profesora mezclaba hechos con ficción. Abu Abdullah Muhammad XII estuvo diez años al frente de los últimos reductos árabes, en tierras meridionales recostadas sobre el Mediterráneo. No pudo, empero, resistir la embestida bélica de los Reyes Católicos y un dos de enero de 1492, capituló. La entrega de las llaves de la capital del Reino de Granada puso punto y aparte a siglos de lucha y convivencia entre cristianos y musulmanes.
La rendición del último gobernante musulmán en lo que hoy es España marcó el final de una etapa histórica de casi ochocientos años y que ha dejado una impronta indeleble, sobre todo en Andalucía.
Camino al norte africano, Boabdil, como se conocía al monarca, se detuvo en el tope de una colina poéticamente denominada “El último suspiro del moro”. Y allí, dejando que su vista se posase sobre la belleza de Granada y la Alhambra, prorrumpió en llanto copioso. A su lado, la madre, Aixa, quizás histérica por la derrota, le espetó al hijo lastimero una frase que no por lo incierto de la veracidad histórica deja de ser sentencia inapelable: “¡No llores como mujer lo que no supiste defender como hombre!
Entonces, el machismo, al menos como vocablo, era inexistente. Una políticamente correcta Aixa diría ahora al hijo sollozante: “¡Déjate de cuentos y acepta la derrota como producto de tus errores!”.
¿Cuál era el análisis que haría de las municipales?