Ayer se celebraron las elecciones municipales en toda la geografía nacional, en un día que, a pesar de ser domingo, un día de descanso, fue declarado no laborable.
Pero desde la madrugada del viernes, más de 48 horas antes de abrirse las urnas, ya el país estaba en veda electoral.
Esa veda implicaba la suspensión de todas las actividades públicas y eventos masivos, por orden de la Junta Central Electoral.
Pero también, desde el sábado a las 7 a.m., se implementó una prohibición de venta de bebidas alcohólicas en toda la nación, exceptuando los hoteles.
¿En qué momento se podrá decir en la República Dominicana que hemos avanzado lo suficiente como para ejecutar unas votaciones sin tener que, literalmente, detener prácticamente todas las actividades?
Se puede entender y respetar que aquellos que votan en una provincia diferente a la que viven puedan desplazarse a esas localidades para ejercer su derecho.
Pero es justo que salgamos de ese atraso social en el que nos encontramos, de que para poder cumplir algo tan común como un proceso municipal, debamos literalmente parar todo el país.