La llevo viva en la memoria. La niña, desnuda, huye de la desolación y la ruina después de un ataque norteamericano con napalm en Vietnam. La foto tiene 50 años . Protagonista: Kim Phuc. Ahora vive en los Estados Unidos, con 60 años. “La niña del napalm”. Pudo salvarse porque el fotógrafo responsable de la icónica imagen, Huynh Cong, la condujo al hospital conmovido por las huellas en carne viva que dejó el químico asesino en aquel cuerpecito endeble.
Hind Rajab, palestina, seis años, un número más entre los 11.500 niños que han muerto en Gaza desde que Israel respondió con violencia extrema al terrorismo de Hamás. Se quedó sola después de que el vehículo en que huía con sus tíos y primos se cruzó con un tanque israelí. Sola no, con la muerte al acecho, rodeada de cadáveres. Una prima quinceañera murió mientras pedía ayuda por un celular, con explosiones de fondo.
Aterrorizada, Hind Rajab respondió la llamada de la Cruz Roja al teléfono de la última víctima. Doce horas de conversaciones interrumpidas. Doce horas de horror reclamando socorro, atrapada en el vehículo en medio del fuego cruzado. “Ven y llévame. ¿Vendrás y me llevarás? ¡Tengo mucho miedo, por favor ven!”. El testimonio ha quedado grabado, como la foto de Kim Phuc, en la historia de las ignominias.
Dos trabajadores de emergencia llegaron hasta Hind en una tarea de rescate de la que nunca regresaron. La ambulancia en que se desplazaban, con la niña dentro, asemeja un nudo metálico. Fue bombardeada. Doce días más tarde, este fin de semana, fueron encontrados los cadáveres. Hind Rajab es hoy un reclamo con voz en la Casa Blanca. Habrá una respuesta, quizás una investigación, redistribución de culpas o de disculpas. ¿Condena? La que cargamos en la conciencia ante una guerra que no reconoce la inocencia.