Releer es tan placentero como leer. Aunque no se sienta la emoción de leer por primera vez uno de esos libros que serán ya parte de uno mismo, volver a las páginas de alguno de éstos permite encontrar de nuevo las razones por las que nos enamoró.
Más aún. Las segundas (o terceras) lecturas descubren nuevas aristas, otros aspectos que habían pasado desapercibidas. Es el mismo texto, el que ha cambiado es el propio lector.
Debería ser obligatorio releer El arte de vivir, un ensayo del escritor francés André Maurois, cada cinco o diez años.
En una prosa sencilla y directa, Maurois condensa su experiencia vital (y la de los otros) y explica las experiencias que se obtienen o las cualidades que se necesitan para vivir. Como jefe, como segundo en la batalla o el trabajo, como padre, como hijo, como ciudadano, en el matrimonio, para envejecer…
Como en la vida las instrucciones van llegando en píldoras con los años y las experiencias, los consejos de alguien sensato son una buena guía.
Y ahora que están tan de moda los estoicos, (los grandes gurús de los empresarios más exitosos los acaban de descubrir) puede parecer que ya los clásicos dijeron lo que había que decir para vivir con sensatez, con la felicidad que todos merecemos, con la alegría que los demás merecen recibir de nosotros, con la mesura debida y los excesos indispensables.
Volviendo a Maurois y su Arte de vivir, no es lo mismo leerlo a los veinte que unas décadas después. Entonces el texto planteaba preguntas sobre lo que vendría. Después es casi un “examen de conciencia”, un repaso a lo vivido y un balance que se pasará, de nuevo, en unos años…