En 2024, el club BRICS duplicará su tamaño «político», pasando de cinco a 10 miembros. Con esta ampliación, las principales economías emergentes pretenden tener más peso en la escena internacional.
Hace 20 años, BRIC no era más que un acrónimo acuñado por un economista del banco estadounidense Goldman Sachs. Representaba a las grandes y prometedoras economías de Brasil, Rusia, India y China. Diez años después, se ha convertido en una organización intergubernamental, a la que se ha unido rápidamente Sudáfrica.
Con la incorporación desde enero de Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Irán, Egipto y Etiopía, todos ellos invitados a la cumbre de agosto de 2023, los BRICS se perfilan como un nuevo foco para los intereses del Sur global. Aunque Argentina se ha retirado del grupo tras la elección del ultraliberal Javier Milei, otros países están haciendo cola para unirse, como Pakistán, Nigeria, Argelia e incluso Turquía.
Los BRICS son la materia de los sueños, pero en términos económicos todavía hay pocos beneficios tangibles para sus miembros. De hecho, existen enormes disparidades entre China, el peso pesado del grupo, que ha experimentado un crecimiento ultrarrápido, como India, y los otros cuatro miembros históricos, que experimentan un crecimiento mucho más lento. Y nunca han tenido intención de armonizar sus economías.
El comercio entre estos países también es limitado. Su comercio sigue estando muy orientado hacia los mercados occidentales. Por último, los BRICS parecen muy debilitados por sus diferencias históricas, como el conflicto fronterizo entre China e India.
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A pesar de todas estas diferencias, comparten una aspiración común: liberarse del dólar y, de paso, del dominio del FMI y el Banco Mundial. Este es el gran negocio de los BRICS, su ambición y su cemento. También es la prioridad fijada por Rusia, que ostenta la presidencia de los BRICS este año. Rusia, sometida a sanciones, es sin duda el país que más prisa tiene por avanzar en esta cuestión.
¿Disponen los BRICS de los recursos necesarios para cumplir sus ambiciones?
Sólo representan un tercio del PIB mundial. El G7 representa más de la mitad. Con semejante equilibrio de poder, no es fácil derrocar el orden financiero mundial que ha prevalecido desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Pero la llegada de los nuevos miembros está cambiando parte del panorama. Los BRICS «ampliados» son ante todo una potencia demográfica, que comprende casi la mitad de la población mundial. Se trata de una fuerza a tener en cuenta frente al declive demográfico de Occidente.
En segundo lugar, con la llegada del tenor de la OPEP, el reino saudí, los Emiratos e Irán, la organización se ha convertido de facto en una nueva potencia energética, al representar el 44% del suministro mundial de petróleo. Una palanca clave en caso de crisis. Y es en el comercio del oro negro donde ha comenzado la sustitución del dólar. Para sus exportaciones de hidrocarburos, Emiratos y Arabia Saudita aceptan ahora el pago en rupias indias o yuanes chinos.