El comité que organizó, en ocasión del ochenta aniversario de Juan Bosch, un evento internacional semejante al que se hizo para el septuagenario, invitó, entre otros, a los cubanos Nicolás Guillén y Julio Le Riverend; al francés Régis Debray, al venezolano Miguel Otero Silva y al colombiano Gabriel García Márquez.
Un evento político e intelectual que buscaba mostrar a los dominicanos que, además de sus relaciones intelectuales, Bosch tenía prestigio político internacional. El ochenta aniversario se distinguía del septuagenario porque estábamos en vísperas de los comicios de 1990 y que Bosch, según encuestas, se perfilaba ganador.
En esa ocasión se publicaron sus Obras completas y se hicieron exposiciones pictóricas, así como entrevistas sobre su vida que mostraban cómo había logrado convertirse en un escritor y político reconocido. Se buscaba que los dominicanos supieran quién era Bosch.
Como en 1979, también hubo invitados prestigiosos: los cubanos Antonio Núñez Jiménez y Roberto Fernández Retamar; los haitianos Gérard Pierre-Charles y Susy Castor, los franceses Lionel Richard y Claude Couffon; el costarricense Joaquín Gutiérrez y, entre otros, Manuel Maldonado Denis de Puerto Rico.
El 30 de junio de ese memorable año, Bosch dio a la estampa El PLD, un partido nuevo en América, una obra que más que la historia del partido que fundara junto a otros ex miembros del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), el 15 de diciembre de 1973, era en realidad una obra autobiográfica como lo fue Cuba, la isla fascinante (Chile, 1955); la primera viene a ser sus memorias políticas desde que salió de República Dominicana en enero de 1938 hasta su renuncia del PRD en 1973; la segunda nos da cuenta de su actividad intelectual y política en La Habana desde que llegó en 1939 hasta su salida forzada en 1953 a Costa Rica. En Chile, publicó también Judas Iscariote, el calumniado, La muchacha de la Guaira y Cuento de Navidad.
Bosch fue siempre objeto de las calumnias más absurdas desde su salida del país en 1938. De eso se encargó la propaganda trujillista que creía en aquello que decía Voltaire: ¡Mentez, mentez, il reste toujours quelque chose! [¡mienta, mienta, siempre queda algo!].
El poeta Tomás Hernández Franco, uno de los turiferarios de la dictadura de Trujillo, publicó Juan Bosch, el cuentista del cuento, un panfleto demoledor en donde se reproducen cartas que tratan de demostrar que Bosch era trujillista. Calumnias que buscaban socavar el prestigio del líder del PRD en Cuba y, por vía de consecuencia, líder del exilio antitrujillista dominicano.
El panfleto no tuvo éxito. Bosch se mantuvo firme en su lucha contra Trujillo. Entonces el dictador acusó a su padre de proxenetismo, de robarse la electricidad e incluso lo encarceló; lo mismo hizo con Pepito, su hermano mayor. Bosch emprendió entonces una campaña para que sus padres, en tanto españoles, pudieran salir del país. Lo logró. Se les permitió viajar a Costa Rica en 1953. Allí les sorprendió la muerte del Tirano el 30 de mayo de 1961. Al día siguiente, José Bosch le dijo a su hijo: “¡Prepárate, Juanito, que tú serás el próximo presidente de la República!”. El 27 de febrero de 1963, Bosch se juramentó como presidente.
Su gobierno fue efímero. Derrocado por un puñado de irresponsables que no midieron las consecuencias ni repararon que deponían un gobierno que había obtenido 59 % de los sufragios de las elecciones de diciembre de 1962. Los golpistas publicaron, para argumentar su turpitud, el Libro blanco de las Fuerzas armadas, en donde reprodujeron todas las infamias del panfleto de Hernández Franco agregándole lo de “comunista” tan del gusto de la dictadura y tuvieron éxito por aquello que, recordemos, decía Voltaire. Desde entonces Bosch fue objeto, hasta su muerte, de los más viscerales y contradictorios ataques de la derecha e incluso de la izquierda revolucionaria hasta que la muerte, al limar las asperezas de las pasiones, le convirtió en calles, avenidas, aeropuerto, puente, hospital e incluso en una ciudad que lleva su nombre. En fin, en monumento nacional.
Cuando el partido Justicia Social escogió, el 28 de octubre, como ya había hecho el PRM, a Luis Abinader como su candidato presidencial. Abinader, motivado tal vez porque el líder de esa agrupación es un ex dirigente del PLD, y el recuerdo de que Juan Bosch había fallecido el 2 de noviembre de 2001, el presidente-candidato sorprendió diciendo que Peña Gómez, Balaguer y Bosch hubieran “aprobado” lo que ha hecho en tres años como presidente de la República lo que significaba que esos tres dirigentes políticos, sin tomar en cuenta las diferencias que los separaban, hubieran aprobado su gestión gubernamental.
Los políticos no escatiman para abrogarse lo que podrían pensar los muertos. Saben que nadie los puede contradecir sin caer en la misma especulación. De esta “aprobación” que se atribuye Abinader podemos observar que Bosch ha logrado, post mortem, convertirse en un referente. Lástima que se le asocie con Balaguer, el brazo ejecutor de la represión y muertes de la Pax americana durante sus gobiernos 1966-78; de la duda que oscurece sus victorias electorales de 1990 y 1994.
Me alegra que el presidente Abinader piense que tiene la “aprobación” de Bosch. Y no puedo olvidar aquella vez en que alguien preguntó a Bosch cómo pasaría a la historia y, parodiando a Lilís, respondió: “¡Cuando muera ni yo mismo recordaré que estaba vivo!”.
Cuando el partido Justicia Social escogió, el 28 de octubre, como ya había hecho el PRM, a Luis Abinader como su candidato presidencial. Abinader, motivado tal vez porque el líder de esa agrupación es un ex dirigente del PLD, y el recuerdo de que Juan Bosch había fallecido el 2 de noviembre de 2001, el presidente-candidato sorprendió diciendo que Peña Gómez, Balaguer y Bosch hubieran “aprobado” lo que ha hecho en tres años como presidente de la República lo que significaba que esos tres dirigentes políticos, sin tomar en cuenta las diferencias que los separaban, hubieran aprobado su gestión gubernamental.