Había una vez un león y un leopardo que compartían territorio en una isla salvaje. Para evitar tener que enfrentarse, como les pasaba a menudo, por el agua y la comida, decidieron dividirse la isla en dos, con marcas en el piso, para que las cuentas quedaran claras y los conflictos se redujeran sin violencia. El león, por ser más fuerte y vivir en manada, se quedó con una parte mayor de la isla, pues se la ganó con su fuerza y determinación. Mientras que el leopardo, recibió menos tierra, pero igualmente rica en recursos.
Con el paso del tiempo, el leopardo se tornó despreocupado y vago. Acabó con los alimentos y poco hizo por mantener su lado de la isla. En el otro lado, por su parte, el león era mejor administrador y garantizó para él, su manada y los otros animales un ecosistema que garantizaba su subsistencia. Quienes vivían en el territorio del leopardo se dieron cuenta de lo que ocurría y comenzaron a migrar al otro lado de la isla, lo que le provocó un problema serio al león, pues los recursos no daban para todos. Aún así, el león buscaba controlar el paso de los animales del lado del leopardo, pero cada día enfrentar el problema era una proeza.
El león decidió entonces, sin hablar con el leopardo, porque entendía que era un tipo muy desordenado, construir una verja que separara los dos lados de la isla. Pero no la levantó sobre las marcas que había acordado con el leopardo, sino que lo hizo dentro de sus dominios, para evitarse pleitos mayores. El leopardo, confundido, miraba aquello con recelo, pero acogió con alegría una idea que le dio la hiena que le aconsejaba: “si el león construyó la verja del otro lado del río, eso significa que el río es nuestro, igual que todo el terreno que quede de la verja hacia nuestro lado de la isla, sin importar los viejos puntos”.
El leopardo sonrió malévolo y ordenó a la hiena que provocara a unos cuantos de los suyos para ocupar esos territorios. Al león no le gustó aquello y se puso en pie de guerra para defender lo suyo. En medio de todo el tumulto el león reflexionó y se dijo para sí: “no debí construir esa verja y revivir una pugna territorial ya resuelta. Espero que el leopardo no le haga caso a la hiena, por el bien de todos”.