En el lío con la licitación de los semáforos inteligentes, la investigación final de la Dirección General de Compras y Contrataciones dará los pormenores y se podrá dilucidar en un tribunal si hubo o no hubo irregularidades administrativas o de otra índole y si los denunciantes tienen la razón.
Pero hay un aspecto de esta tecnología que está pasando por debajo del radar: la privacidad de los ciudadanos. La compañía privada que se haga con el contrato manejará toda la data que esta avanzada tecnología recoge. Dónde, cuándo y cómo se mueve usted por la ciudad. Dónde se detiene, gira o acelera.
Y lo que para muchos es un tema baladí, para otros es un asunto de seguridad crucial. Y ahí viene el debate. ¿Estos datos los debe manejar una empresa privada o deben estar en manos de las autoridades? ¿Qué puede hacerse con ellos si no caen las manos correctas?
En la era de las redes la privacidad se perdió hace tiempo y quizá este aspecto no tenga importancia para unas generaciones acostumbradas a mostrarse todo el tiempo en público. Pero no es tan así… Hay cámaras en todas partes y eso ayuda a la seguridad ciudadana. Pero toda información puede ser un arma de doble filo.