El pasado domingo, 22 de octubre, el teatro Don Bosco de Moca estuvo atestado de gente como desde hacía tiempo no se veía. Se celebraba el X Ceremonial del Templo de la Fama de la Provincia Espaillat.
El padre Juan Montalvo, cuyo nombre sirve de estandarte al centro de estudios sociales de la organización jesuita en Santo Domingo, fue uno de los exaltados. En el proceso de su formación como sacerdote coincidió con el padre Jorge Bergoglio. Hicieron amistad, estrecharon lazos. El recuerdo aún perdura en el actual papa, ahora con el nombre de Francisco.
A petición escrita del Templo de la Fama tramitada por vía del embajador dominicano ante la Santa Sede, Luis Emilio Montalvo, el pontífice envió una carta que fue leída en el acto. El público se emocionó al enterarse de la bendición apostólica impartida por el papa Francisco al pueblo de Moca y a los reunidos en ocasión de la exaltación a la inmortalidad del padre Juan Montalvo.
El solemne acto estuvo cargado de simbolismo.
Los héroes del 30 de Mayo vinculados a Moca fueron honrados. Todavía causa desgarro emocional saber que, de aquellos 9 titanes, los cuerpos de 6 de ellos nunca aparecieron (los de los hermanos de la Maza, Antonio, Mario, Ernesto, Pablo y Bolívar, al igual que el de Tunti Cáceres Michel). En cambio, los hermanos García Vásquez (Antonio y Bienvenido), y Miguel Bissie Romero pudieron escapar de ese cruel destino.
Esa abominable circunstancia da medida de la falta de humanidad del grupo tiránico que durante 31 años trajo terror y luto al pueblo dominicano.
En el acto estuvo presente Miguel Bissie Romero, el único baluarte de la gesta heroica del 30 de Mayo que aún vive. Él recortó las escopetas usadas en el magnicidio, fabricó placas falsas, guardó por varias semanas las armas largas y cada vez que se requirió las llevó para colocarlas en el baúl del carro de los complotados. Lleno de humildad recibió el reconocimiento y contó al público su itinerario por las cárceles de torturas, primero las oficinas del SIM, luego la 40, el 9, San Isidro y la Victoria. El auditorio, emocionado, le brindó un largo y cálido aplauso.
Ahí, en el ceremonial, se rindió tributo a la tradición empresarial, convertida en marca ciudad, en marca país, a través del homenaje rendido a los propietarios de la panadería que produjo la famosa galleta mocana de manteca de antaño, Marcelino Ruiz y su continuadora Rosaura García, ambos fallecidos.
Luego se enalteció la labor humilde, callada, persistente, eficiente, el ejemplo de perseverancia, dedicación y amor dado por Silvia Despradel Alcántara, maestra de maestros, dedicada por vocación al oficio de partera, sobre todo en favor de los humildes. Por sus manos más de dos mil niños de la comunidad vieron por primera vez la luz que ilumina al mundo.
También estuvo el recuerdo agradecido a Salustio Morillo, puertorriqueño de origen, asentado en Moca en la segunda mitad del siglo XIX, impulsor de la educación pública, quien junto a Ulpiano Córdova transformó aquella pequeña villa de Nuestra Señora del Rosario de Moca en lugar instruido, al adicionar al machete del conuco las herramientas del intelecto. Ese detalle ha contribuido a crear el sello de la mocanidad.
El reconocimiento efectuado tuvo en cuenta que no hay mente sana sin deportes. Se rindió homenaje al “Catarey”, a Guillermo Estrella, oriundo de Santiago, con corazón mocano, asentado en la villa. No solo fue estelar en el béisbol profesional: jugó para el Escogido y las Águilas Cibaeñas. Fue impulsor del béisbol de ligas juveniles e inculcó en los niños el amor por el deporte.
Los cronistas dan testimonio a través de la letra escrita de como transcurre la vida cotidiana, aquella que de alguna manera termina convirtiéndose en historia. Elías Jiménez produjo las “Tradiciones mocanas” y dio cuenta con lucidez y maestría del desenvolvimiento de la vida en el pueblo.
Todos ellos fueron reconocidos por su trayectoria de vida en una función preñada de grandes emociones.
Este país necesita contrarrestar las influencias negativas que tanto daño causan, sobre todo en la juventud. Y poner de relieve la cultura del trabajo, el quehacer empresarial, la solidaridad, filantropía, educación, artes, ciencias, deportes, creencias. Está urgido de destacar las actividades que conducen hacia una sociedad mejor y premiar el esfuerzo empeñado en su realización.
Por fortuna, existen instituciones, empresas y personas que entienden la importancia de poner de relieve los valores de las comunidades, apuntalar sus nombres propios, colocarlos en un pedestal para que sirvan de ejemplo a las nuevas generaciones. Y colaborar para que sea posible la realización de los actos de exaltación. Sin su apoyo sería imposible desarrollar cada año una labor de tanta trascendencia. Gracias a todos.