La tragedia ha tocado nuevamente las puertas de la nación, esta vez dibujada en una explosión que sacudió de manera terrible a San Cristóbal.
Los residentes y visitantes del centro de la ciudad todavía no entienden qué pasó, cuando irrumpió un ruido estremecedor, seguido de una violenta onda expansiva, con llamas que lo envolvieron todo y una enorme columna de humo que se veía y olía a kilómetros.
El alcance de los daños es extenso y pasarán días hasta que se tenga claro el panorama completo de las personas que perdieron la vida en esta tragedia, así como el estimado de los daños materiales, que son lo que menos importa en estos momentos tan dolorosos.
El tiempo para esos cálculos llegará, así como la correspondiente investigación para saber qué fue lo que pasó con lujo de detalles.
Ahora, sin embargo, es momento para la solidaridad y dar la mano a las familias de las víctimas y los heridos, que han visto de frente la cara de la tragedia, por lo que requerirán más que nunca de la hermandad que caracteriza al pueblo dominicano, el cual siempre ha sabido decir presente.