Buscar la solución al problema del sargazo en las playas se ha vuelto un tema espinoso. Varios estados caribeños han apretado, con razón, el botón del pánico, pues la situación se sale de control y los turistas comienzan a generar tendencias con sus quejas sobre la presencia de esa alga en los destinos caribeños más populares, como México y República Dominicana.
Y para poder solucionarlo, de entrada, hay que partir de la premisa de que el sargazo no será erradicado, primero porque es parte de un ecosistema natural complejo y segundo porque su combustible principal, la combinación del calentamiento global y el exceso de fertilizantes en las aguas, no será eliminado a corto plazo. Así que cualquier solución a la acumulación costera de sargazo pasa por la realidad de que tenemos que aprender a convivir con él.
En ese contexto, el esfuerzo se centra en la búsqueda de soluciones para contrarrestarlo y mantenerlo alejado de las zonas de playa costeras. Ya existen tecnologías para recogido del sargazo en el mar, mediante el uso de barreras y máquinas recolectoras del vegetal. No son perfectas ni lo eliminan en un 100 %, pero son una primera línea de defensa. Colocadas en tramos costeros extensos y dispuestas como murallas, podría funcionar a bajar el golpe.
A esas tecnologías de bloqueo y recolección se une la intervención de la costa en sí, mediante el uso de un equipamiento especializado que permita sacar el sargazo del agua cercana, de la orilla de la playa y de la arena. Mucha de esa tecnología no ha sido definida ni recomendada por ingenieros, lo cual debe realizarse de inmediato. Y entonces está el tema final, la disposición, que es molesta, por los malos olores que trae consigo esta planta al descomponerse. ¿Dónde la echamos y cómo la aprovechamos? Ahí hay dos grandes cuestionamientos, pero lo cierto es que todo lo aquí comentado es realizable. ¿Por qué no pasa? ¡Vaya pregunta! Por lo de siempre, porque nadie quiere asumir el costo económico ni el costo político ni el costo social de resolverlo. En concreto, se habla mucho del sargazo, pero la voluntad real de enfrentarlo es poca.