Una película del oeste -sin ser del oeste- y con toques de mafia. Ese es el viaje al que nos llevan Martin Scorsese, Leonardo DiCaprio y Robert De Niro en «Killers of the Flower Moon», que cuenta la historia basada en hechos reales de los hombres que se aprovecharon del pueblo nativo Osage en EE.UU.
Con la playa de la Croisette abarrotada a pesar de la lluvia, llena de curiosos y de afortunados de etiqueta que habían logrado una de las codiciadas entradas para los primeros pases de la película, Cannes se vistió de gala esta noche por quinta vez para estrenar uno de los proyectos más esperados de la 76 edición del Festival, gracias a la confluencia de tres de los mayores astros del cine.
La locura en el Palacio de Festivales se desató especialmente con DiCaprio, que se acercó a firmar autógrafos y a tomarse fotos con unos fans tan entusiasmados que incluso llegaban a ahogar con sus gritos la música que sonaba de fondo en esta alfombra roja, que tuvo más famosos presentes que ninguna de las noches precedentes.
Tampoco en la sala de al lado, donde la prensa acreditada tenía en paralelo la oportunidad de ver la película, quedaba ninguna silla libre, aunque eso significaba perderse el desfile de las estrellas.
La película, producida por Apple Studios, se presentaba fuera de competición, en una de las sesiones especiales, solo porque Thierry Frémaux, el delegado general del Festival de Cannes, no logró convencer a Scorsese para que aceptara incluirla entre las propuestas en liza por la Palma de Oro.
Siempre es, para las figuras consagradas, un riesgo difícil de asumir el competir sin tener casi clara la victoria y Martin Scorsese hay pocas cosas que no haya conseguido ya, incluido el gran trofeo del Festival de Cannes (por «Taxi Driver», en 1976).
«Killers of the Flower Moon», con guión de Eric Roth basado en el libro homónimo de David Grann, transcurre en los años veinte, en una comunidad Osage que se hace rica gracias al petróleo descubierto en sus tierras.
Atraídos por esa enorme riqueza y con muy pocos escrúpulos, los hombres blancos buscan de la zona buscan mezclarse con ellos para sacar provecho, los mismos que en un pasado no tan lejano exterminaban a los pueblos nativos americanos para conquistar sus tierras.
En ese club, el «rey» -de hecho, el propio personaje pide a los demás que le llamen así- es William Hale (Robert De Niro) y su brazo derecho es su sobrino, Ernest Burkhart, un hombre recién llegado del frente y con muy pocas luces interpretado por un magistral Leonardo DiCaprio.
Pero la fortuna no ha sido sinónimo de felicidad necesariamente para los Osage, en el choque entre su cultura, las costumbres de los blancos y el avance del sistema capitalista, y una cadena de asesinatos a los que nadie da respuesta parece ir acabando con todos ellos, uno por uno.
La cinta, de casi tres horas y media, se apoya con fuerza en la brutal capacidad de interpretación de De Niro y DiCaprio, cuyos intercambios, con toques de humor, son uno de los grandes puntos fuertes de la película.
Burkhart, el personaje de DiCaprio, sigue sin hacer preguntas las órdenes de su tío, un personaje que en sociedad aparece como el gran benefactor de la comunidad Osage mientras por la espalda se comporta como un auténtico mafioso.
Scorsese, de hecho, acaba haciendo prácticamente una película sobre la mafia con los códigos del «western».
Por la Croisette también desfilaron esta noche el resto de estrellas del reparto, como Jesse Plemons, Lily Gladstone o Cara Jade Mayers.
Igualmente no quisieron perderse el estreno estrellas como Kirsten Dunst -pareja de Plemons-, los actores Lukas Haas, Miguel Ángel Silvestre y Tobey Maguire, las actrices Rossy de Palma, Isabelle Huppert o Salma Hayek -con su marido, François-Henri Pinault- las modelos Irina Shayk, Adriana Lima o Naomi Campbell y el cantante Robbie Williams.