Vine a trabajar en Diario Libre por elección. Después de cinco años como corresponsal en Cuba y andar como consultor por la región, podía haberme regresado a Puerto Rico, donde tuve una intensa carrera, o ido a Estados Unidos a probar otras experiencias profesionales.
Pero no fue así. La tentadora oportunidad que me ofrecieron la familia Pellerano, el eterno director Adriano Miguel Tejada y la actual directora Inés Aizpún para venir a laborar a este periódico no podía ser despreciada, menos cuando conocía del medio del que se trata, pues fui su consultor en proyectos digitales por allá por el 2015. Acepté venir, además, por el país, porque había vivido en República Dominicana y porque siempre mantuve un vínculo directo con los dominicanos, fuera por amistades o por visitas personales o profesionales.
Así llegué a Diario Libre en un periodo complicado. En plena pandemia, con el encierro a flor de piel y los desafíos del trabajo remoto a todo vapor. No fue un comienzo fácil, pues a ello se sumó el retiro de Adriano y su súbita muerte, mientras cerraba filas con Inés para darle continuidad a un proyecto periodístico líder.
Ayer, este periódico cumplió 22 años de existencia. Mientras celebrábamos el cumpleaños reflexionaba sobre los casi tres años que llevo aquí y pensaba en que tomé la decisión correcta al unirme a este equipo y poder servir como otro ciudadano a la sociedad dominicana.
Y siento que es así, porque Diario Libre sobrevivió la pandemia y la inestabilidad de los cambios sin chistar. La potencia y la pertinencia de esta marca periodística ha seguido navegando en el mar de complejidades que presenta el escenario actual sin sufrir un mínimo de daño en su reputación. Eso se debe a que el equipo periodístico ha hecho su trabajo, que incluye poner incómodo a cualquiera en el gobierno o en la oposición.
Me siento orgulloso de haberme unido a este combinado, a la dirección de Inés Aizpún y a la compañía de un grupo de profesionales que no se deja amedrentar. Hay Diario Libre para rato, son 22 años y contando.