Pensar demasiado rápido o de modo superficial; no confiar en nosotros mismos ni en nuestras posibilidades; dar importancia a lo irrelevante; limitar nuestras alternativas mentalmente; creer todo lo que pensamos; sacar conclusiones, tomar decisiones cuando no estamos bien y generalizar, son nuestros errores de pensamiento más frecuentes, según el psicólogo Tomás Navarro.
Navarro es psicólogo, consultor y escritor, ha fundado una consultoría y un centro de bienestar emocional, y actualmente reparte su tiempo entre la escritura técnica, la formación, la consultoría, las conferencias y los procesos de asesoramiento personal y profesional.
En su libro más reciente, «Piensa Bonito», este especialista describe los errores de pensamiento que debemos evitar para liberar nuestra mente y lograr la vida que deseamos.
Navarro explica cómo detectar esos errores, y nos acerca a un nuevo estilo de pensamiento más abierto, expansivo, creativo y resistente ante los contratiempos, algo a lo que denomina “pensar bonito” y que asegura que puede depararnos una vida más plena.
Es que “nuestros pensamientos rigen la relación que tenemos con nosotros mismos y con las personas que nos rodean. Pueden ayudarnos a expandir nuestra vida, o por el contrario, limitarla”, advierte.
Por ello considera fundamental “aprender a pensar bien y a saber distinguir los pensamientos racionales de aquellos que nos perjudican y no nos dejan crecer”, según explica a EFE.
“Pensar bonito es nuestro mejor aliado para poder vivir la vida según nuestros deseos y prioridades; nos permite ver oportunidades donde otras personas no pueden verlas; nos ayuda a gestionar la adversidad sin sufrir más de lo necesario y a ser compasivos con quienes nos rodean”, enumera.
Esto “es mucho más que una actitud vital, es una manera de pensar que se puede aprender y ejercitar” enfatiza.
“Vivimos unos tiempos en los que queremos que todo sea rápido: amar, comer, leer, hacer deporte y también pensar”, señala
“No tenemos tiempo y debido a esa falta de tiempo, detrás de la cual surge la prisa, acabamos comiendo mal, descansando mal y también pensando mal”, asegura.
Las distorsiones de la mente
Según Navarro, tenemos básicamente dos tipos de procesos de pensamiento: “uno es rápido, inconsciente y automático; el otro es bastante más lento, consciente y controlado, reclamándonos muchos más recursos, y costándonos y cansándonos más”.
El pensamiento consciente puede ser “conexionista”, dependiendo de nuestra experiencia y consistiendo en una asociación, como sucede cuando vemos una luz encendida y la apagamos, o “analítico”, el cual depende del contenido de lo que tenemos que analizar, el contexto en que estamos y nuestras metas, objetivos, prioridades, valores y necesidades, añade.
“Cuando nos ponemos a analizar, podemos hacerlo bien o equivocarnos y hacerlo mal. Por ejemplo, si tenemos que catar diferentes platos, y efectuamos ese análisis teniendo hambre, todos los platos nos parecerán estupendos. Nuestra valoración será menos objetiva que si nos centráramos en las características de cada plato teniendo el estómago lleno”, según Navarro.
Esto es así, porque “nuestro análisis no es puro. Nuestro estado emocional, miedos, deseos, objetivos, limitaciones, metas y entorno pueden provocar una serie de inferencias en nuestro análisis. E inferir, o sea sacar una consecuencia o deducir algo de otra cosa, no es lo mismo que analizar”, puntualiza.
Explica que “cuando inferimos estamos interpretando, con lo que el margen de error que estamos asumiendo es muy elevado” y que “a mayor nivel de inferencias será más alta la probabilidad de que cometamos un error en nuestro proceso de análisis”.
“No basta con tener información, aunque sea muy válida y fiable, ya que para poder tomar buenas decisiones tenemos que procesar esa información de manera adecuada, conectarla con los datos y la experiencia que tenemos, analizarla sin distorsiones ni sesgos, y extraer conclusiones que nos sean válidas y útiles”, recalca.
Navarro asegura que a veces cometemos errores porque nuestro punto de partida no es el correcto y carecemos de información de calidad, fiable o válida. “Otras veces tenemos todo lo que necesitamos para realizar un buen proceso de análisis, pero cometemos errores durante el proceso”, prosigue.
Estos errores de pensamiento engloban decenas de sesgos cognitivos o interpretaciones erróneas sistemáticas de la información, como el de subestimar el tiempo que necesitamos para hacer algo.
“¿Les resultan familiares los pensamientos del estilo `En un minuto lo hago´, `dame cinco minutos y lo acabo´, `solo será un momento…´. Finalmente esos cinco minutos acaban siendo dos horas. Este es uno de los sesgos o trampas de nuestra mente, más habituales que tenemos los seres humanos”, señala.
El psicólogo Navarro ofrece tres ejemplos de trampas de nuestra mente, que nos conducen a pensar equivocadamente y que limitan nuestras opciones de vivir una vida más feliz, y propone, una manera de “pensar bonito”, que nos permite desmontar y desactivar cada una de estas distorsiones cognitivas.
La trampa de la comparación
Esta distorsión del pensamiento se refleja en ideas del estilo «lo hago más o mejor».
“Nos comparamos continuamente, pero solo para salir beneficiados de esa comparación. Si creemos que no vamos a salir beneficiados, rechazamos la comparación y preferimos elegir otra opción que sea mejor para nosotros”, según Navarro.
“Cuando te compares con otras personas no olvides que hay personas que lo hacen más que tú, pero también hay quien lo hace menos que tú. También hay personas que están peor que tú, los hay que están mejor”, recomienda.
La trama de la visión limitada
Pensamientos como «tiene que estar aquí o ser así» pueden ser limitantes, según el autor de ‘Piensa Bonito’.
A veces “nos obcecamos con una opción o alternativa y descartamos el resto. Olvídate de seguir buscando eso que has perdido en el mismo cajón y piensa diferente. Busca en lugares no habituales, abre tu mente y explora. Si estuviera donde crees que debería estar, ya lo habrías encontrado”, sugiere.
La trampa de la prueba innecesaria
Las ideas del estilo «por probarlo no pasa nada» pueden llevarnos a pensar equivocadamente, según Navarro.
“Este es uno de los sesgos más recurrentes en situaciones en las que nos debatimos entre lo que queremos hacer y lo que creemos que podemos hacer. Esa prueba es la excusa perfecta para dar el paso hacia lo prohibido y lo desconocido” advierte.
Recalca que “no hace falta probarlo todo. Esto se ve claramente cuando hablamos de cianuro. Entonces ¿por qué nos olvidamos de esta máxima ante una incipiente infidelidad, un robo o un acto poco ético…?”, nos invita a reflexionar.
(Texto: María Jesús Ribas)